Me apiado de ella.

Una larga existencia vive al igual que nosotros,

y tan solo despedidas suelen ser sus vivencias,

la heridas la transportan de los unos a los otros,

y de ningún alma en alba, suele expresar diferencia.

Ha vivido tantas vidas que las desconoce todas,

no halla penas de tristeza ni alegría del amor,

su ser es tan solo un arca que la indiferencia mora,

la soledad es aquello que ha de reinar su interior.

Tantas cosas en común comparte con las personas,

más sigue siendo ella tan única y remota,

más otras cosas me hacen sentir por ella pena,

pues ningún sentir la llena y ni un deseo le brota.

No se halla en la euforia de una furia incontrolable,

ni tiene alguien afable que la sepa escuchar,

no conoce la gloria del que la victoria atañe

pues no hay premio ni desaire, que la inciten a luchar.

No encuentra la tarea de la curiosidad tortuosa

de aquel que toda cosa, musita en el pensar,

no aprende ni analiza, y se aplica, laboriosa,

en su único propósito, en el arte de matar.

No conoce la risa ni diversión alguna,

ni conoce la fortuna de un día poder amar,

ella es tan solo un suspiro que se pierde entre la bruma,

ni goza al menos de muerte, que la venga a liberar.

Que ha de pasar aquella en el irónico espanto,

de haber pasado por tanto, que a ella no pasara,

de ir a buscar, vacía, con un ausente llanto,

a aquel que ya vivió tanto, que no puede vivir más.

Pobre porción de miseria, pasando eterna agonía,

desviviendo toda vida, que no le perteneció,

no conoce ni la pena con cual llorar a escondidas,

ni conoce la poesía, que aquí por ella vivió.