Cuando el crepúsculo de la aurora de esa tarde llegaba al final, se abrió un gran manto azul cargado de estrellas y hermosos luceros, el resplandor de la luna me llevo hasta tu casa del prado.
Y hablando, nos dieron la una, las dos y más de las tres, contándote mis aventuras y vivencias, unas amargas y otras dulces, nos mirábamos y note que tus lindos ojos cada vez se iban penetrando en mi piel.
Ella sentada en el suelo escuchaba atenta aquella interesante conversación los dos muy a gusto estaban escuchándose mutuamente, pero el tiempo avanzaba y los primeros rayos del sol con suavidad acariciaba los cristales de mis ventanas, nos dimos un hasta luego y no un adiós.
© José Cascales Muñoz
Reservado todos los derechos.
25 de Agosto 2016
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Autor:
José Cascales Muñoz (
Offline) - Publicado: 29 de agosto de 2017 a las 07:35
- Comentario del autor sobre el poema: Las agujas de los relojes se pararon esa noche de verano, pues en nuestra grata conversación no nos dimos cuenta como las primeras luces del alba iluminaron nuestras caras, fueron unas horas maravillosas contemplando la luz de la aurora.
- Categoría: Amistad
- Lecturas: 66
Offline)
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