Amor de siempre, amor pequeño, hermoso ser
Usted que sabe que estos días son de cuidar
No me riña, si me descuidé, amor que muero por tener
Y al final, la enfermedad me hecho claudicar
Venga y escuche, por favor, mi amor pequeño
Cierre sus ojos, que algo quiero decir
No sé, si es un recuerdo, o fue un sueño
Lo que quiero que usted ahora, deba oír
Usted ya sabe que la quiero como lo hago
Eso no es noticia, medio mundo lo sabe
¿Pero recuerda la fiebre, del día aciago?...
Me ha dejado inconsciente, o muerto... si cabe
Entonces ha llegado a por mí, gente de blanco
y me han conducido hasta lugar propicio
Para efecto de paliar, mi dolor y estanco
Más yo me hundí en un hondo precipicio...
Y he ahí, que ha comenzado el sortilegio
Porque aún ahora, no sé si caía o volaba
Y un hombre bueno, de mirar y andar regio
Sacó unas llaves y destrabó una aldaba
No se piense que febril aún permanezco
Yo mismo, me escucho ahora y no me creo
Pero el recuerdo sigue ahí, limpio fresco
Incisivo, como bandada de palomas en zureo
La puerta abierta que aquel ser me mostraba
Dejaba ver, del otro lado, hermosos jardines
Un riachuelo de oro que en su correr cantaba
Con voces de ángeles y coro de querubines
Y yo, embriagado de belleza por tal dulzura
Caí supino, sabiéndome inmerecedor de tanto
¡Qué felicidad que me rodeaba, qué hermosura
Que no pude evitarlo, y asombrado rompí en llanto!
Pero escuche, lo que a continuación le narro
Y aún no abra, por favor sus ojos, vida mía
Que todo aquello se convirtió en cruel desgarro
Cuando yo la busqué, en aquella epifanía
¿Cómo pudo, aquel hombre tan bueno y tan santo...
Olvidar lo más importante al crear aquel bello paraíso?...
Pues yo le busque a usted, y descubrí con asombro y espanto
Que no estaba… y rebelde, reclamé aquello que el hombre hizo
¿Es acaso que deseas, volver otra vez a la vigilia de ella?
¿A pernoctar en búsqueda de quien puede no ser para ti?
¿ A desángrate de su ausencia, a saberla lejos, tierna y bella
Pero no tenerla, desearla y además cada noche vivir así?
Yo sólo asentí con un gesto, humilde y sin levantar los ojos
Entonces, la mano santa levantó tierna mi cara en llanto
¿Te has visto en su tierna mirada?... Grité cayendo de hinojos
¡Si te miraras, sabrías por qué no me es suficiente tanto!
Y el hombre bueno, me sonrió de manera comprensiva
Tocó mi frente y un relámpago de luz estalló en mi mente
El dolor volvió a mis huesos, le atravesó como una ojiva
Luego, las personas de blanco, me rodeaban nuevamente
Ahora, abra sus ojos, mi amor lindo, fragante y pequeño
Y déjeme mirar los suyos, que son mi deseo y mi anhelo
Ojos y mirar por los que desdeño la enfermedad y muerte
Pues ya le he dicho que no sé si fue recuerdo o sólo un sueño
Y sepa que por usted he despreciado el mismísimo cielo
¡Sólo por la angustia inmensa que era dejar de verle!
- Autor: Catelgood (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 5 de septiembre de 2017 a las 23:51
- Comentario del autor sobre el poema: La fiebre suele ser amiga de la prosa, y enemiga de la realidad... pero siempre es preferible un a ensoñación amena, que una realidad afiebrada
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 51
- Usuarios favoritos de este poema: Diafana
Comentarios1
Amigo del alma... ¡que me has conmovido hasta la médula, carajo!...
Me imagino tu sueño, (si lo fue) y me gustaría que alguien hasta en la fiebre, diera su vida por una. gracias por compartir!
Gracias a usted Diáfana. El objetivo único de escribir es ser leído. Si además es comprendido, entonces es realmente grandioso. Tal es el valor de su comentario. Le agradezco infinito. Un abrazo
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