La platea del teatro Espérides estaba a rebosar.
El público, expectante, aguardaba desde hacía días el estreno de " Libertades de Invierno"
del insigne y laureado dramaturgo Arturo de Sigüenza, que gozaba a la sazón de bastante
predicamento por estos lares (me refiero a la ciudad que alberga este maravilloso teatro).
Una vez hubo el público tomado asiento se procedió al anuncio del inicio por megafonía:
¡Señoras y señores, damas y caballeros, en breves instantes va a dar comienzo la comedia
en dos actos, (de los que solo van a poder leer el primero) cuyo título ha sido mencionado
al principio! Rogamos por favor el máximo silencio, gracias.
Se alza el azulado telón estilo isabelino y se observa a dos amigos compartiendo una velada
en la terraza de una cantina, de esas que se prodigan en un barrio de vecinos cualquiera...
Feliciano.- ¿Cómo está tu mujer querido amigo?
Emeterio.- Pues imagínate- ¡aguarda un momento Feliciano que te lo digo en verso!
Ágata, que respira los aromas de juventud
se debate entre la vida y la muerte,
una dolencia la postra casi inerte,
le troca su frescura por senectud.
Feliciano.- ¿Y tú, cómo lo llevas?
Emeterio.- Soy un hombre todavía joven.
La primavera verdea en mis venas,
mas el viacrucis de Ágata me mata.
Necesito volver a las serenatas
que me ilusionaban a manos llenas,
cuando mi corazón latía en mi abdomen.
Feliciano.- ¿Y sigues enamorado de ella?
Emeterio.- Sabes que soy un hombre de palabra.
Juré ante el altar amarla para siempre.
En este desierto que me descalabra
cumplo los votos que la regla advierte,
mas la libertad acude a mis ensueños
a manera de prado de verde lienzo.
Después de apasionada plática, y cuando el crepúsculo se hacía ver
entre los flecos del arrebol, levantaron el campo para dividir hasta
la jornada siguiente sus caminos.
El amor es un trance, a modo de encantamiento alquímico, que nos
reviste de sutiles cadenas mientras la pózima rinde efectos, las que
grandemente nos pesan cuando despertamos a la cruda realidad.
Es cuando el deseo de libertad se hace harto acuciante, a guisa de
lamentos como los proferidos por Emeterio, cuyo sacrificio supera
el fuego amoroso que a la sazón aún guardaba por Ágata.
Se baja el telón isabelino bajo una tormenta de aplausos...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de septiembre de 2017 a las 18:17
- Comentario del autor sobre el poema: El amor tiene el poder de permitirnos apechugar con cruces que sin él serían insoportables.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 44
- Usuarios favoritos de este poema: , neosan, María C.
Comentarios1
Ay si el amor es un encantmiento que a veces se rompe en mil pedazos y por el desierto se esparcen los pedazos.
Saludos.
El amor es un accidente. Un abrazo Isis.
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