Yo Venía Cantando

 

 

 

            Yo miraba las cosas a través de las aguas,

yo venía cantando,

y venía diciendo que perdía a mi amor,

que ella se iba por siempre,

que nunca más tendría su ternura de infancia,

su agradable sonrisa de florecitas blancas;

que más nunca era mía.

 

             Yo miraba la vida como un largo camino,

yo cantaba y soñaba;

mi canción era guerra y mi sueño era patria.

Y ella, ella se iba por siempre,

nunca más era mía, no volvería nunca,

en aquella amarga guerra que todo lo acababa.

 

            Yo cantaba y lloraba la canción de la guerra,

que se llevó a mi amor, que tragó su silencio,

porque tal vez también se enamoró de ella

y quiso besarla con su plomo y su pólvora.

Así, mi amor se fue por siempre.

Se fue sin saber que la amaba.

La guerra se la llevó consigo,

La sacó de mis manos de niño.

 

           Este silencio de guerra, de recuerdo y nostalgia

es todo lo que queda;

cuántos años ha, cuantos sueños peregrinos,

noches compartidas de madrugada incierta,

de veranos sin hojas,

de otra vida, otra Patria que curó mis heridas,

que me abrigó en su seno.

  

            Mi amor se fue por siempre,

se fue viviendo su propio sueño, cantando su canción.

Se marchó, vestida de dulce guerrillera,

en una noche, más roja que otras noches,

donde el clarín solitario de los versos no sonó,

donde la muerte se colocó su capa

y sacudió su sonrisa y su guadaña

y la cubrió con su sombra,

cuando ni siquiera tenía veinte años.

 

            Este silencio de guerra, de adiós,

de historia, de nostalgia, es lo único que queda.

Yo venía cantando,

como cantan los hombres cuando la vida sacude sus raíces,

como cantan los niños, cuando le faltan las fuerzas

para defender su canto.

Ahora no sé si mi canto es de niño o de hombre.

Yo decía en mi canto que perdía a mi amor,

aunque solo era un niño,

un niño más del mundo

que se encontró con la guerra,

que se llevó a su amor.

Ella murió por la patria, y yo me volví extranjero.