Su mirada es directa, señorita Eyre,
¿le parezco guapo?
Jane Eyre. Charlotte Bronte
Te vi, me viste, nos quedamos cogidos de los ojos.
Tú con tus amigos, tú con tu exultante frescura.
Yo solo, conmigo mismo, con mi juventud que se
resiste a morir. El glaseado de mi pelo me delata.
Yo me acercaba y separaba, jugaba con tu mirada.
Me divertía cómo me buscabas sin moverte, entre
el gentío de la pista de baile.
Yo me cambiaba de sitio, a tu alrededor, tú me
mirabas, disimulando como solo vosotras sabéis.
Ora me ponía a la izquierda, ora a la derecha, ora
me acercaba, ora me alejaba, me divertía el juego.
Tus amigos se acercaron a mí, uno de ellos me dijo
con amabilidad que dejara de pretender.
Me retiré de la palestra pero seguías buscándome.
Te fuiste, me fui, con ganas de volver a jugar.
Volví al día siguiente al mismo sitio, a la misma hora.
No estabas, fuiste una ilusión óptica, un espejismo.
Lo esperaba, necesitaba confirmarlo. Curiosidad.
Para mí se queda el juego de seducción. Fue divertido.
Mi instinto sigue pujante, como el del perro que vive
a la sopa boba de sus dueños y se aventura por algún
pajarillo que se le cruza apetitoso.
Yo soy ese perro...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de septiembre de 2017 a las 20:10
- Comentario del autor sobre el poema: El corazón y las vísceras no entienden de edad. Aunque vayan perdiendo el verde de la clorofila al avecinarse el otoño, siguen albergando la esperanza del renacimiento primaveral.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 33
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