Frente a frente sentados.
El abogado de McCarthy decide visitarle antes del juicio.
Quiere ultimar ciertos detalles de la defensa de crucial
importancia para la estrategia procesal que ha ideado:
¡Jimy, escúchame por favor! imploraba Arthur a su defendido:
Tenemos que inventar una coartada que sea coherente con
las pruebas que vamos a aportar en tu favor. Sé que lo hiciste,
que mataste a la chica en un arrebato de frustración por darte
calabazas cuando más excitado estabas, cosas que pasan...
Sí, ya te lo admití en aquel primer encuentro que tuvimos, me
pediste que fuese sincero y así fui - repuso Jimy no sin pesar
en su acongojada voz-.
Jimy y Arthur estaban siendo vigilados por los funcionarios de
prisiones a través de un espejo unidireccional, aunque, para
cumplir con la legislación vigente, la conversación mantenida
quedaba preservada de los ávidos oídos ajenos. Por esta razón
Arthur pudo conversar sobre aspectos capitales de la defensa
sin temor a ser sorprendidos.
¡No podemos permitirnos ni un fallo Jimy! Lo sé , no insistas,
confía en mí, replicaba el defendido con claras muestras de
hastío por tener que soportar el nerviosismo del abogado.
Podemos probar que a las doce y veinte de la noche, hora en
que, como bien sabes, cometiste el asesinato, estabas en casa
de tu madre durmiendo. He creado unas pruebas que certifican
que dormiste allí. ¿Y cómo lo has conseguido? preguntó atónito
Jimy, contén tu curiosidad, ya lo sabrás en su debido momento.
Ahora debo dejarte para descansar y estar en forma mañana,
deseo y confío en nuestra victoria.
Eso espero Arthur, pero me da que la verdad va a relucir.
¡Que la verdad no estropee un buen reportaje! como dijo
Tony Curtis, arguyó jocoso el abogado.
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