Por Alberto JIMÉNEZ URE
Yo residía cerca del Zoo Aquarium
Donde, con frecuencia, miraba pasar
A un joven al que (años después) la prensa
Lo calificaba como «El Monstruo de Madrid»
Él Sobornaba a los mal remunerados cuidadores
Quienes, ocasionalmente, le permitían seducir
A las más dóciles entre las primates del lugar:
Con las cuales, sin prejuicios, fornicaba de prisa.
Una noche lo intercepté para informarle
Que los empleados del lugar rumoraban
Practicaba zoofilia con apacibles gorilas.
-«Me dan el amor que ninguna mujer se atreve»
-musitó cerca de mi oído el famélico muchacho.
-¿Qué clase de sexo extraordinario te ofrecen?
-Lo espeté, mirándolo fijamente a los ojos.
-«Me suben a los árboles para que las falotree,
Impidiéndome caer al vacío cuando eyaculo»
-Pero: ¿no te parece incómodo fornicar enramado?
-«Me gusta, me excitan previamente apretujándome
Mientras adhieren a una rama y otra entre las hojas»
Un día el «El Monstruo de Madrid»
Se presentó inesperadamente en mi casa,
Acompañado de una gorila y dos de sus hijos
Que corrieron al traspatio para comer bananos.
-«No criminarás a ningún hombre
Por haberse enamorado de una gorila,
Procrear con ella y convertirse en cariñoso padre»
-Escrutándome sonreído y besándola, infirió.
Escuché un griterío fuera de mi vivienda,
Y asomé mi rostro por un ventanal para comprobar
Que un grupo de policías venía para arrestarlo.
Antes de salir en su defensa,
Busqué un espejo grande que tenía en casa.
Lento, me aproximé a la horda de captores
Escudándome (confiado y firmemente) tras él.
- Autor: DEMÓDOCO ( Offline)
- Publicado: 16 de septiembre de 2017 a las 07:07
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 25
Comentarios1
Hmm...He de admitir que lo empezé a leer con cierto recelo, pero me ha provocado mas de una sonrisa.
Excelente escrito.
Salu2
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