Se estremecía
con solo pronunciar su nombre.
Y en su libro permanecía la rosa,
que aún conservaba la dulzura en sus pétalos.
Él estaba en su piel,
en sus manos que lo acariciaban,
él era miel.
Lo podía encontrar en el perfume de cada mañana,
en sus ansias,
en sus desvelos,
en cada sonrisa repentina,
Y en el latir de su alma.
Encendido en sus pupilas
y en casi todo su existir.
- Autor: Dai (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 18 de septiembre de 2017 a las 15:11
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 95
Comentarios3
Que hermoso!
Me alegro que te haya gustado 😊
Verdaderamente era miel con esa sutil suavidad pegajosa, de la cual es difícil desprenderse.
Saludos cálidos.
Gracias por leerme!
me endulzaste con ese poema
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