Golpea la concha, susurra la ondina,
Rostro enrojecido, polvos del desierto,
Cuarteada piel, caras endurecidas,
Mirada extendida curiosa y de frente,
Acantilados añejos, rompen el verde azulado mar,
Voces lejanas, vientos paracas, susurros conscientes,
Pies enfundados en cuero, se hunden,
Arenas antiguas reprenden,
Viajeros sin tiempo, viajeros sin rostro, pasan de repente,
Vacío solemne, montes y tierras eternas envuelven.
Flaca lagartija entre piedras y dunas grises se pierde,
Sueños y pensamientos flacos, se deslizan por la mente,
Sombras plomas, sombras negras, sombras que asoman,
Agudo sonido rasga la soledad de ese silencio sólo,
Mirada que busca, y encuentra la luz del espejismo,
Trueno se oye en al relámpago de su visión,
Rayo hiriente fulmina la paz de ese continente ,
Un hacedor de sonidos golpea su pico rítmicamente,
batiendo la costra de conchas blancas y escarlatas,
Flamencos rojiblancos hunden sus picos en la bajamar que besa al desierto,
Caricias de fragilidad esbelta, que entrelaza cuellos largos con sus plumajes,
Animada melodía parida del rumor de mar calmo y agudos picoteos, despiertan el mediodía,
Cangrejos bailarines, mueven su ornamenta y deliran entre la brisa y el agua fría,
Un ser erecto va, dos seres erectos van, tres seres de pie van,
Cuatro seres avanzan sin cesar, por el sendero que no ha de acabar,
Brillo de aguas de mar salado, distorsionan deslumbrando la mirada,
La mano, sus manos, en las frentes, la sed del desierto,
Gargantas resecas en la aridez del destino,
Pasos perdidos, en lugares lejanos, ideas que agobian, ideas que agitan,
La tarde que llega,
La tarde que pasa, incierto destino.
Golpea la concha, susurra la ondina.
Las dunas se extienden, crecen y crecen, son seres gigantes,
Son moles oscuras y negras que asustan las mentes,
La tarde se acaba, el frío se siente, hay sombras caídas que crujen los dientes,
Arrastran los cueros, cuarteto silente, suplican al cielo pero ellos se mienten,
Luces divinas, alumbran sus frentes,
En ojos mojados de cuatro perdidos entre dunas y fuentes.
Oscura la noche, locura se siente,
Silbidos del viento son manos de duendes que rasgan el alma doliente,
Son cuatro fantasmas amando el poniente,
Sintiendo la noche profunda en sus mentes.
Arrastran el miedo que ya no lo sienten.
Caminan al alba y de allí al poniente,
Golpea la concha, susurra la ondina.
- Autor: masara (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de septiembre de 2017 a las 22:06
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 23
- Usuarios favoritos de este poema: Santiago Miranda
Comentarios1
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