Se fue Franco y dejo un monarca,
y tambien se fue el supremo , pero
no sin antes ungir un nombre
que guie nuestros pasos....
Se van, pero para que se van,
si en verdad siguen aqui ,
nunca se fueron y al final
siempre es lo mismo,
siempre es igual ,
siempre nos dejan
un buen regalo.
Y el poder con su mision,
que no es otra que la sumision
no da chance ni para pensar,
te bombardean hasta el final,
que no es otro que ese remix
no se si peor, no se si igual,
no se si mejor , yo solo se que
es simplemente una version
sin muchos cambios.
- Autor: anco ( Offline)
- Publicado: 27 de septiembre de 2017 a las 14:40
- Categoría: Sin clasificar
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Comentarios1
Andrew Marvell
Diálogo entre el cuerpo y el alma
El alma
¿Ah, quién sacará de esta celda
a un alma, esclava en tanta forma,
con cerrojos de huesos, de pie
entre grillos, las manos esposadas,
enceguecida, con un ojo u sorda,
y este tamborear de los oídos,
un alma colgando, se diría,
de cadenas de nervios, de arterias
y de venas, en toda parte torturada,
con cabeza vana y doble corazón?
El cuerpo
¿Ah, quién me librará sano y salvo
de las ataduras de esta alma tiránica
que, tensa hacia lo alto, me empala
para que caiga en propio precipicio,
que calienta y mueve este esqueleto
superfluo —lo mismo que la fiebre—
y ansiosa por ensayar su rencor
me ha hecho vivir para poder morir,
un cuerpo siempre sin descanso
desde que lo posee este malvado espíritu?
El alma
¿Qué magia así encerrarme pudo
para suspirar con la pena del otro,
donde cualquiera sea su queja,
lo percibo, no puedo sentir su dolor,
y donde todos mis cuidados se van
en conservar aquello que me mata,
obligada a sufrir no solamente
males sino, lo que es peor, su cura,
pues a punto de llegar a puerto
en la salud soy naúfraga de nuevo?
El cuerpo
Mas no hay médico que entienda
las enfermedades que me enseñas:
primero de la esperanza rasgas el calambre,
y luego el temblor de la parálisis del miedo;
calientas la pestilencia del amor
o roes la úlcera escondida del odio;
confundes la grata locura de la alegría
o inquietas la otra locura de la pena;
conocimiento éste que me obliga a saber
y a que nunca abandonen mi memoria.
¿Y qué, si no el alma, tendría el ingenio
de formarme para tan aptos pecados?
Así es como desbasta y cuadra el arquitecto
los verdes árboles que crecen en los bosques.
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