De siempre la ciudad desconocía
indiferente, como el tiempo
que llovía en sus contornos
a ellos -caminantes que erraban-
/Los mismos extraños de siempre
-no se sorprendieran de reconocerse
esta noche en algún vidrio partido
o la luna misma como espejo, idos-/
No se conocían mejor que antes
que la noche o la palabra que creía
ser más perdurable que lo pasajero
la palabra y la figura de quién
todo el tiempo se desconoce
Los extraños que tenían sus historias extrañas
principios y finales desconocidos, incognoscibles
Y cada uno ardía en su propia lengua recluido o llama
-nos movíamos las manos -frente a frente-, forjando trazos
en el aire, proyectábamos el deseo en la mirada-
En el amor nos comunicábamos extraños, éramos
extraños en el amor, en el sonido, en el temblor
distante, en el final ya sin orgasmos, ajenos
a la particularidad de ser inherentemente extraños
En su indómito significado oculto para quien habla
el ser cuestionado en su denominación de origen
Es la extrañeza de considerar extraño, formar parte
de esta masa extraña y decadente, aferrada al tiempo
venido o pasado, nos movíamos sobre el tiempo, aún / Así nos llamaban:
- Autor: Santiago Miranda ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2017 a las 23:41
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 35
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