Estoy tras el volante
dueño de todo
la máquina, el camino, el paisaje
todo soy yo.
Mis humores, aceleran
tanto como el camino
cada señal, es un recuerdo
que pasa sin más.
De que sirvieron tales cosas
cuanto he dejado en ellas.
Las señales, los árboles, todo
me deja atrás, sin percibirlo
solo el rugir del motor
y esa levedad en mis manos.
Recuerdo ese primer beso
casi inocente del deseo
sus ojos húmedos de llanto
y mi promesa vana.
Llega la curva
solo deseo seguir el camino
como si eso justificara la proximidad
de la vida.
Acelero, la máquina trepida obediente
voy dominando, como siempre lo hice
el sol, aparece enfrente
y sus labios, diciéndose enamorada.
¿Por qué le mentí?, de mi regreso
si jamás lo intenté
después la vida, fué por tantos caminos raros
su cuerpo de niña y mis brazos enamorados.
Mis ojos, se llenan de sol
acelero y la vida fluye
como los recuerdos olvidados
solo tras el volante quieto
un cielo de estrellas
en el parabrisas.
- Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de octubre de 2017 a las 09:25
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 66
- Usuarios favoritos de este poema: Jose Adolfo, Texi, B. Wayne, El Hombre de la Rosa
Comentarios4
Complejas circunstancia que hacen de los viajes un mundo de recuerdos poeta / Excelente
En esas circunstancias, el automóvil, es como un confesionario, donde uno es el sacerdote y el penitente, al mismo tiempo.
Un abrazo.
Esteban
Vértigo en las curvas al volante
Saludos afectuosos
Las curvas de la memoria, imponen carteles de recuerdos, no siempre gratos.
Mi saludo.
Esteban
Muy hermoso tu genial poema surrealista estimado amigo Esteban..
Un placer pasar por tu portal...
Un abrazo de amistad...
El Hombre de la Rosa
Gracias Críspulo, momentos de solitaria reflexión...
Un abrazo.
Esteban
Tan ensimismado en la culpa, el volante es un arma de grueso calibre.
Un viaje hacia el interior del ser, espero que no se estrelle.
Tarde pero lo leo y te aplaudo.
Saludos amigo.
He viajado mucho y te aseguro, que el habitáculo se transforma en el icónico sillón del psicólogo, donde uno es paciente y terapeuta a la vez. Se sienten las voces de los ausentes, que pasan con la velocidad del paisaje.
En las largas rectas pampeanas, uno entra en la dimensión más profunda de su Yo.
Un abrazo, sin estrellarse.
Esteban
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.