Nada hay como ver, después que el viento
ha arrancado tus banderas,
en la soledad de estas playas,
la dulce sensación de aún estar viviendo
y muriendo al mundano estruendo y vocerío.
Nada como volver a saber
del llanto primero de un niño
la azulada luz de la nueva aurora,
diamantinas gotas de agua en las hojas
y el olor de tierra limpia tras la lluvia.
Nada como un jirón
de brisa en el estío
aroma de fruta recién mordida,
goteo de nieve derretida
primer beso melífero imborrable,
durazneros floridos en octubre,
chispoteo del agua en las rocas;
abrazo del adiós, y más, del reencuentro,
reposo en los brazos y regazo de pasión
tormenta y torbellino, dulcísima fatiga.
Nada como la cadencia vital de una poesía,
oración musitada en ancianos labios,
fiesta de pájaros del poniente
en el acogedor y tupido follaje
o una guitarra rompiendo la noche.
Nada como saber
del renovado viento en vela,
vendimia y fructífera siega
candor de fruta fragante,
madreselvas, viento y hojarasca;
promesa, canto y pasión
manos juntas, labios temblorosos de amor;
himno, libro, copa, puerto
sol y sombra
ola, paz.
Bolívar Delgado Arce
- Autor: BDA2211 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de noviembre de 2017 a las 09:45
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 44
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.