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La violencia de mis actos esta en relación directamente proporcional a los periodos de mi dipsomanía de excesivo consumo y a la mayor o menor virulencía de mi paranoia.
Pero la mujer que caminaba confiadamente conmigo hacia su casa no lo sabía y desconocía mi terrible fobía a los gatos negros, que transformaba desagradablemente mi personalidad, llegado el caso.
Por el momento estaba pasando por una época de abstinencia prolongada en mi relación con el alcohol.
Pero cuando llegamos al lugar donde ella vivia, supe, que lamentablemente la mujer tenia una mascota que se llamaba Bobo y era un gato negro que constantemente estaba en su falda, segun me enteré al rato, y que me miraba con repulsión, cuando ella lo acariciaba con ternura y le hablaba.
En el momento odié profundamente al animal que seguramente traía la maldición de los aquelarres de las brujas y que actuaría con las mas siniestras actitudes felinas.
Pero de todas maneras me quedé con mi flamante novia, que en pocas horas ya era una compinche muy agradable.
El espantoso gato, llegada la hora del amor, me contemplaba desde los pies de la cama con su horrible mirada fija.
Soy un dipsómano con experiencia, que sabe que tarde o temprano llega el periodo compulsivo de excesivo consumo; y eso era precisamente lo que estaba comenzando a suceder en esos momentos con el consiguiente incremento de la morbosidad de mis fantasias y el suave despertar de mi vieja paranoia.
El bueno del cadetero hizo lo suyo alcanzandome una botella del bar de la esquina, y la obsequiosa dama hizo lo propio ofreciéndome una copa, que trajo de su cristalero.
Supongo por mi parte que hice lo mio, ya que al rato estaba borracho como una cuba, totalmente aplastado y aturdido por efecto del vodka.
De mi mente enferma surgían, vaya saber de que oscuros pliegues de la exacerbación de mi pensamiento tortuoso, horribles maullidos y aullidos de gatos que a cada momento se tornaban mas mortificantes y reales.
Entretanto que el maléfico Bobo, ponia mis nervios muy tensos con su actitud de esfinge y con sus insoportables ojos que no se aprtaban de mi.
Esos nervios se estiraban como tientos de goma cuando su silueta escurridiza se deslizaba lustrosa y silenciosa por la pieza.
Mi paranoia comenzaba a presionar y yo estaba convencido de que el gato aumentaba el tono desafiante de su mirada.
Entonces con una voz impersonal y cavernosa mandé a la mujer a buscar agua a la cocina...
Cuando ella regresó , supo enseguida que mis manos habían degollado a su gato negro.
La mas violenta elurofobia(1), junto con mi dipsomanía, habían desatado mi furia asesina para separar, con placer, los ojos y las orejas del animal, del tronco de su cuerpo.
La mujer estaba erguida, paralizada de terror y me contemplaba con sus ojos desmesuradamente abiertos...mientras que con abundancia corria por sus piernas vacilantes el liquido derramado
de su vejiga en plena liberación.
Y yo estaba totalmente embriagado, desnudo, descalzo sobre el vomito del piso, y alienado... mientras con una mano sostenía la cabeza del gato, con la otra agarraba su cuerpo por el cuero del espinazo.
Ella observaba desecha y estupefacta, como la sangre bañaba con tibieza la piel de mis dedos...
... una carcajada sonaba salvajemente...
Jamas me he sentido mejor.
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(1) Elurofobia: fobia a los gatos.
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Autor:
mariano7777 ( Offline)
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Publicado:
19 de noviembre de 2017 a las 00:00
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas:
20
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