Cuando me miras, casi ya sin ojos,
y el fuego de la memoria te incendia la garganta,
y las palabras enfrían en tus labios, y te queman
palpitantes los hielos del engaño; que más que el deseo
irremediable, la urgencia patética de caerte en tu cuerpo
(un alma desganada, al mundo platónico).
Cuando, por fin, tus manos se levantan, y parecen dos
alientos en espejo, uniéndose entre dos mundos
tan intocables que son uno, y cierras tus dedos,
a la vez que abres tus parpados, reclamantes de un amor
tardío que, tal vez, no llegue nunca; y bromeas con tus sentidos
tratando de hablar con ojos, besar con dientes
y quemarte en mi frío ( y tienes tantas horas en una muñeca
que desperdicias conmigo).
Cuando, al fin, te detienes y ves que todo esta perdido,
y te digo que no todo esta perdido, que todo esta encontrado;
y corres con tus piernas, pero tu cabello se retrasa
(quizás por amor, ojalá que por viento).
Entonces siento aquella terrible empatía
de querer, misericordiosamente, amarte
para siempre.
- Autor: HectorFlores ( Offline)
- Publicado: 26 de noviembre de 2017 a las 21:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 23
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Mucho sentimiento en tu genial y hermoso versar amigo Hector
Un placer pasar por tu portal..
Un fuerte abrazo desde Torrelavega..
El Hombre de la Rosa
Gracias por su comentario! Otro abrazo desde aquí...
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