Cómo la oscuridad desea al fuego, retornando
En un allí dejarlo, pernoctar en su penumbra
Al ver en el trasluz de tu movimiento
Luz de diosa, manantial perenne
Irradiando en la gravedad donde al fin converge
La belleza / Cómo el único centro del mundo
Que habito, siniestro y holgado
Resaltando sobre mis cuencas, tus formas divinas
Dadas sin duda a la tragedia, prosigo
Calando hondo en la fisura de mis desconocimientos
Profundidades ambiguas y certeras, allí me hundo y te veo
Ya que agua eres, brillas, no te desgastas
Ya que cielo eres, inmuiscuida, no te acabas
Ya que fuego eres, consumes todo el tiempo
Ya que tierras eres, contención, de la angustia
De otro muerto, deleitándose en su viaje
De las figuras que de tu vientre de diamante
Van y vienen, relumbrando frente a frente
Y tu pecho, monte seguro donde construir civilizaciones
Edificadas en el amor más próspero
Un mirar al tibio cielo y en tu calor me entrego
Confiado en la incertidumbre de un mañana
Y aunque no puedo mirarte sino como un objeto
-el más valioso que pueda ponderar mi mirada-
Aquella visión se reencuentra en el otro objeto
Que es quién observa (¿Quién, tú dime?)
De ti me defino, en base al otro que eres ahora
Yaciendo casi completo afuera de mí y perfecta
Casi por siempre en tus misteriosas
eternidades
Ruptura y continuidad eres, contenido y margen
Y sólo por deliertarme en tu imagen
Me condeno a adorarte desde afuera
Por siempre desde lo bajo pero no disminuido
Cómo las aves en su danzar morando celestes ciudades
En lo alto observan las estrellas enamoradas apegarse
- Autor: Santiago Miranda ( Offline)
- Publicado: 27 de noviembre de 2017 a las 23:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 38
- Usuarios favoritos de este poema: Texi
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