Se acerca el día y cualquier intento
de escapatoria sería en vano.
No hay coartada que valga,
tendré que pasar por el aro
de asistir al banquete familiar
de la cena del veinticuatro.
Y es que la nochebuena pasada
en mis sienes se ha incrustado
y no hay como hacerla olvidar.
Antes de trinchar el pavo,
por la puerta asomaba puntual,
sin faltar a su cita anual, mi cuñado
(Al que idolatran mis hijos
por sus fastuosos regalos)
que antes de sentarse a la mesa,
y de saludar incluso, ya había reparado
lo que yo, con tanto esmero
había roto durante el año.
Siendo aplaudido con fervor
por mi suegra, de ipso facto,
que con tal de avergonzarme,
la señora se destrozaba las manos.
Durante toda la cena se ocupó
entre plato y plato, mi cuñado,
de lanzarme indirectas punzantes:
Que si eres un manazas o un vago...
Yo no tenía donde meterme,
solo la cabeza entre las manos.
Al ver que la tierra no me tragaba,
vi los cielos abiertos cuando
el festín tocaba a su fin,
Y de no ser porque mi cuñado,
al descorchar el champán,
de un certero taponazo
(cosas de la fatalidad)
me dejó un ojo morado,
si ya no dignamente,
al menos habría escapado
sin ser el hazmerreir familiar.
Las secuelas aun perduraron
un tiempo, pues hasta las uvas
estuve con el ojo morado,
cuatro días con la indigestión
que me produjo el pavo
y durante tres meses tuve
pesadillas con mi cuñado.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de diciembre de 2017 a las 22:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 46
- Usuarios favoritos de este poema: Bambú
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