Thánatos, divino, celeste existencia,
que aquélla materia inherente a las almas,
contra fuerte brío o impetuosa ciencia,
silente y benigno y virtuoso, no ensalmas.
Thánatos, cerúleo, mirad mi corona
que es hecha de espinas y onírica cuita,
pues tengo mi alma tronchada, contrita:
no tengo ya más a esa amable persona.
Thánatos, piadoso, no encuentro motivos:
¿Por qué de los beatos -los más sensitivos-
la vida lilial, perfumada, se trunca;
y nunca la d'esos que son medio-chivos
y hampones y ruines? ¿Por qué nunca, nunca?
- Autor: Antranik Manoukian (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de diciembre de 2017 a las 10:10
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: Héctor Martínez Sanz
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