VERSO Y OLVIDO.

He parido letras por mis dedos
después de hacer el amor con la memoria.
Fueron desahúcios furiosos en espasmos incontables.
Rasgos, trazos y caminos sobre una historia.
Metafísica doliente para adornar mi alma de noria
en medio de ceremonias y amor profundo.
Momentos de dulce devenir de una calma
que se sujetaba con alfileres de esperanza.

De vez en cuando conmigo las tengo
pues después del verso el parentesco de mí se separó.
Juego y paseo con ellas por los caminos de mi alma
para devolverlas después de un adiós.
Fueron hijas de una profunda expectativa
que dejaron huellas de devenir lastimoso,
dejando en mi corazón  profundos  pozos
donde habitan llamadas y verbos a la deriva.

A veces, cuando vuelvo a ellas buscando el gozo
de lo construido, me encuentro con raros síntomas
de rechazo y un fatal y alejado poso
de fracaso se instala en las sentinas de mi percepción.
Y vuelvo a la paz ajena de antiguos momentos
en donde los espasmos de la palabra callada
me traen recuerdos llenos de ilusión,
cuando su construcción con fuerza empezaba
y las palabras del pozo, alegres, llevando el brillo
de las mañanas salían para entregarse con gozo
al maridaje y a la fuerza oculta de la poesía.

No volveré a tener aquellas aguas en los cantaros
de mi memoria. Emancipándose con alegría se han ido
y hoy siento con tristeza que la palabra ya no es mía.

Pondré delante de mí una vez más el papel retador.
Fuentes y caminos y aguas perdidas buscaré
con la saña y la insistencia con que a veces pido
éste aliento que me mantiene después del verso.

Y después vendrán nuevos desiertos, dunas escondidas
guardando las emociones y las letras. Paisajes nuevos
para exprimir desde los ojos del tiempo y el sentir.
Sentir de nuevo la agonía parpadeante de lo que es
y no quiere conformarse. De las sombras de un cuerpo
al que quieren abandonar a pesar de la luz.