Resquebrajo los pensamientos nocturnos
implorando una mirada perdida de tus ojos.
Los dedos del arrebol del alba acarician mi cara,
con tortura me siento afortunado porque no es tu mano
la que calma mis ansias de ser querido, de ser amado.
Tortuoso pasado, siempre lo hojeo como el libro que amo.
Leo sus páginas a destiempo, brincando párrafos,
evocando el momento donde entrelazados
entre poemas y tertulias nos amamos.
Casualidad de la vida rota,
estar sentado frente al mar,
rezando al cosmos,
frente a la nada y pensar
las formas en que me podías
besar
odiar
amar
deshojar.
Reburujo tus cartas frente al espejo del invierno,
para tomar esos versos cálidos,
y con ellos calentar mi tiempo, mi corazón
que perpetuo vive en lamentos.
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