Mientras Liszt se muere veo su boca sangrar balbuceando las últimas palabras.
¿Qué hacías Jesús acariciando a Arthur Rimbaud mientras yo hacía hervir el agua? Escucho al piano gemir, en efecto: tierno plástico demente. Te digo suavemente: no te olvides del claustro, del Peloponeso, no te olvides del pendiente, ni del talud. No te olvides de las mangas, de la situación, de la agonía que va subiendo. Mientras estéis pendientes del César él os mostrará su cara más fatídica. No te olvides del guisante de la sopa, del atuendo, del rubí. No te olvides de los cien mil libros que editaste y no vendiste, no te olvides de las calles, no te olvides de las chicas. Tu humor me sabe a plástico sentenciado, a estúpido arcoíris. Te veo levitar. No te olvides de ponerle emoción a aquellas cosas sin sentido y vacuas por su naturaleza. Espero saber que me pensabas día, tras día, y en los días que sean buenos, que el ave que roe en nuestro corazón –precario vínculo– destroce el filamento estático y que se vaya volando, ebria, para romperse el cuello contra una torre. No te olvides de aquel paramo de la bebida, del tálamo, del camino que se adivina en nuestra sien. No te olvides del pájaro idiota que se demora en volar mientras todos ya partimos.
¿Qué hacías Nostradamus despertándome temprano para llevarme a la escuela? ¿qué hacías Confucio preparándome el café? Llamando a un doctor para que ampute al ego y lo estrelle contra la pared. No te olvides de la tibieza. No llores con demencia ante el amor. No te postres con alegría. No succiones al espejo que ya nada quiere saber de ti. No te enamores rápido. ¿Qué hacías Allan Poe iniciándome en las drogas? ¿por qué siempre en mis sueños orinabas a Baudelaire? ¿por qué mamá pensabas que yo era como Sade pero yo me creía una especie de Tomás de Aquino? ¿por qué tuvimos esa vida? ¿por qué el prestigio nunca supero a la intuición? ¿qué hago yo hablando con Túpac Amaru? ¿qué hiciste con mi vida, Carlos Castaneda? Yo quería sobresalir, pero ahora me doy miedo. Creo que nunca te voy a perdonar. No te olvides de las tardes. No te olvides que por tu culpa ahora fumo hierbas. ¿Qué hacía solo esa mañana viendo caer la lluvia, pensando en la muerte? ¿qué hacíamos todos sin saber nada? ¿qué hacía yo? ¿por qué no podía parar de cambiar? ¿por qué cambiaba tan drásticamente del miedo al amor, de la mierda a las flores? ¿por qué no había jugado antes?
Joven Dios. Para descansar todo debe volverse espíritu. El radio de vibración debe aumentar hasta que la física se desmaterialice. El propósito en común es la vida y el comercio de ilusiones es la forma que el cielo encuentra para evolucionar a sus hijas. En este momento todas las partículas están volviendo a su sitio original por medios que desembocan en la comprensión del todo. ¿Qué hacías pequeña deseando al ardor? ¿Por qué Darwin notó que algo andaba mal con un eslabón? Madre, habías enloquecido y yo no entiendo nada. Dios, te estoy hablando ¿qué hacías sosteniéndonos a todos?
Y mientras Diógenes se masturbaba en público, el amanecer trajo a Jesucristo, solo Dios fue testigo de que Jesús me invitó a bailar el vals. ¿Qué hacía yo siendo cocinero, poeta, idiota, y alcohólico? ¿por qué la música se oía y no se olía? ¿qué hubiese socorrido a Bach de no haber querido tocar las sinfonías, en el eclipse? Y mientras te espero sin esperarte, y te quiero sin desearte, es muy difícil que lluevan los apéndices de todos los sueños rotos de la humanidad y su himen húmedo y casi lírico. ¿Qué hacías Horacio tatuándote Carminium? Yo soy mi padre. Yo soy todo. Yo soy mi hijo. ¿Qué hacías Krisna diciéndome que ser traidor, ser honorable, ser policía, ladrón, ser humorista, desdichado, ser trepador de árboles, sepulturero homofóbico, unicornio celeste, verdor de la tardes es lo mismo? ¿qué hacías Zhuangzi corroborándolo? ¿qué hacías Lennon profetizando la doctrina del Rabí de Galilea? ¿qué hacías Ilusión, rey ego, confundiéndonos a todos? ¿qué hacías bisabuela escuchando voces? ¿Qué hacías Rimbaud pidiendo ayuda al demonio? Qué hacía yo. Qué hacíamos todos.
Y mientras tanto Liszt se acaba de morir. Su boca vomitó toda esa sangre, casi toda la sangre de sus venas. Lo observo desde el fogón, lamentándome, con la mano de Allan apoyada sobre mi hombro que me convida a beber Láudano, es invierno. Damos un trago radical en honor a Liszt y el clima se endurece como la mirada de Freud luego de los escritos sobre la Cocaína. Te veo morir Liszt, y acabaste siendo alzado por Hermes Trimegisto, que te ascendió a estratos más sutiles de la percepción de la materia. Te veo morir y todos seguimos aún en este mundo idiota, ahora vas a conversar con Marco Aurelio. No vas a encontrarte con Rasputín porque está en el infierno. No vas a encontrarte con Marilyn Monroe porque está en el baño, duchándose, a ella le gusta quedarse más tiempo a pintarse los labios y las pestañas mientras cien hombres la espían.
- Autor: Emil Epojé (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 3 de enero de 2018 a las 12:50
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 31
- Usuarios favoritos de este poema: Texi
Comentarios1
Injusta la historia ...todos sabemos quien es Marilin y sin embargo no conocemos a Liszt.
Un abrazo
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