Heros

Norberto Osvaldo Algarin

¿Es delirio, demencia o espejismo de oro?
Siento un tumulto y veo, ¡oh maravilla!,
a Pegaso que vuela con su casco sonoro
y unos largos cabellos sobre regia buhardilla.

Veo a Cipris radiante de la mano de Anquises;
a Hebe que danzando y cantando está en el pensil.
Y a Anfitrión que recibe de lejanos países
a los héroes del mundo con los rayos de abril.

Van guerreros y reyes por un verde a la griega
(Marco Antonio le ofrenda a Cleopatra, la egipcia,
los nelumbos que Arturo en estéril refriega
los recoge a granel para oronda novicia).

A la voz de Minerva confundida en las flores,
corresponden los héroes con sus testas viriles:
Coriolanos y Macbeths, D'Artagnanes y Thores,
Alejandros, Herakles, Gengis Khanes y Aquiles.

Unos llevan alfanges, otros casco y coraza.
Van Aníbal y César, y en sus puños la rosa.
Junto al Cid, que va ondeando su blasón y su maza,
sobre el lomo de Babieca va Gimena dichosa.

Deyanira animosa lleva a Herakles a cuestas,
pues los Doce trabajos lo hubieron de fatigar.
Las Amazonas a Aquiles, todavía molestas,
le persiguen sus pasos para hacerlos cesar.

¡Las preseas y lauros al que trajo abolida
la saeta y el arco que son de Pentesilea;
y al que fuese al misterio con su luz encendida
y volviera ataviado del león de Nemea!

¡Al que a un yugo dispuso de un león y un cordero,
cual lo hiciera Cyrano, paladín de Gascuña,
que fundió a la benigna luz del haz del acero
con el don del poeta, y feliz los empuña!

Maceró el su penacho impregnado en champaña,
cuando a la tierna Roxana robóle una sonrisa;
cuando Darío cantóle a su paso en España
con su lira de oro al amor de la brisa.

Dumas declama con aliento de capa y espada
las proezas de D'Artagnan y los tres mosqueteros,
mientras siente la risa de una flor animada
que contenta se posa en los brazos de Eros.

Desplegando en los aires el fulgor de su pluma,
a los ámbitos llena de perfumes de Francia.
Sus héroes, que surgieron cual Cipris de la bruma,
danle al alma del triste amor, valor, fragancia.

Versión viril de Cipris, te ha de amar o de odiarte;
batallando en Coriolos vi yo al gran Coriolano,
imitando en sus gestos a Neptuno o a Marte,
con el brío que Shakespeare le ofreció de su mano.

¡Salve a éste héroe, al gran bardo de la Britannia,
al que exalta donceles a los pies de la bella;
predilecto de Erato, de Caliope y de Urania,
quien galante le obsequia de su cielo una estrella!

****

Así van los héroes con su buena fortuna
con sus rostros jocundos y por dentro un secreto.
Para saber tal secreto creo y juzgo oportuna
la creación de este verso, que es de ansias repleto.

Todos héroes con lauros decorando sus sienes.
¡Gloria bien merecida, merecidos los ramos!
Dinos, héroe, una cosa: tal secreto que tienes,
que en los tiempos que corren tanto necesitamos.

2010

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