Diademada

Norberto Osvaldo Algarin

Yo sé de una princesa cordial -oh maravilla- 

tan magnífica, tan linda, tan digna del cantar. 

Su altar es la balaustra real áureo-amarilla; 

una Cólquida nueva es su palacio sin par.

 

Con la mano apoyada en su rosada mejilla, 

vésela suspirando, tan propensa al soñar. 

Una angélica luz en su mirada le brilla; 

una mueca señala que está triste de esperar. 

 

Esa visión tan sublime, dariana, lugonezca, 

transfigura en fortuna lo que fue compunción. 

Su faz inmarcesible como una rosa fresca 

 

y dulce, serviráme de heurística evasión; 

y según Bienandanza o el sino que merezca 

el nuncio anunciaráme a expensas del bufón.

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