El crimen de la Jauría. II Parte.

angelillo201



Al entrar en la casa de Pedro Guerrero me la encontré toda ella poblada de gente celebrando la festividad de San Antonio. Mi presencia, no despertó ninguna sospecha, siendo habitual  que los visitara   en los festivos por la amistad de años que nos unía. La puerta estaba abierta,  entre sin llamar. Con un gesto amistoso ,Guerrero, me invitó a que tomara asiento. Lo hice en una gran mesa de varios metros que ocupaba casi todo el comedor. Su mujer me sirvió  café y pastas. Percibí la dicha entre mis amigos, quitando a Guerrero y su mujer, que eran jubilados, de los que se llaman de la tercera edad, siendo   los padres de tres de mis amigos. El resto  que estabamos sentados en la mesa, eran año más o menos, de mi edad. Ninguno de ellos se percató de que estaba allí entre ellos sin corazón. Su felicidad en estos momentos, consistía  en haber logrado haber formado una familia que daba los primeros pasos por la vida, y correteaban por la casa.  A ninguno les faltaba empleo. Ni se quejaban de sus condiciones laborales, pese a lo duros que eran sus trabajos, si cabe peores en los últimos tiempos donde constantemente les apretaban las tuercas. Esto lo sabia de oídas, por las empresas de Vall d´Uixó en las que trabajaban, donde rumores cada vez más fuertes sobre ajustes de cuentas a la clase obrera se dejaban oír, no por los sindicatos, ni los partidos políticos, ni mucho menos por la prensa. Eran rumores como mecidos por  nuevos vientos de la opresión que bajaban del centro de Europa.  Sus empleos, eran los típicos entre la trabajadora y sencilla en su formación profesional. Ya que los Guerrero no habían podido estudiar. Ni era desde luego, para gente de nuestra edad, algo imprescidible para tener una vida digna. Fueron desde muy jóvenes lanzados al trabajo.  Había un camionero roncando en un sillón frente la televisión. Sus chiquillos jugaban y saltaban persiguiéndose  sobre sus piernas apoyadas por los talones en un taburete. La chimenea estaba encendida en un rincón.La mesa estaba cubierta de platos con comida, tazas, y copas con bebida. Entre mis amigos  había una auxiliar de pediatría, un albañil, una limpiadora, una trabajadora de azulejera, un lijador, dos rumanos, una amigade la auxiliar de pediatría que no conocía. La auxiliar de pediatría estaba casada con el albañil. Su hermana, la limpiadora estaba casada con el camionero, y la  trabajadora de fabrica azulejeras con el lijador. Todos tenían como mínimo dos hijos,  incluido los rumanos que  trabajaban, según explicaron, en unas fabricas que no les pagaban desde hacia dos meses. Yo solo los conocía de vista. Con la familia Guerrero me unían años de amistad. Aunque se había producido entre nosotros  un abismo de desigualdad económica y de prestigio social  desde la crisis. La cual duraba ya una década. Hasta ese día, no fui plenamente consciente de lo diferentes eramos, y como esta situación histórica,  tarde o temprano iba a enfrentarnos. De momento la crisis nos tensionaba psicológicamente, pero llegaría un momento en que toda esta tensión interior, explotaría en la sociedad. empezaba a vislumbrarse el gran momento de caos que esperaba contemplar cantando aleluyas sonbre una colina mientras todo ardía.

Antes del 2008, ellos siempre creyeron, seguramente más que yo en algunos aspectos, que terminaría la carrera que empecé, que me casaría, y formaría como ellos, una familia. Hace diez años, incluso yo lo creería. Ahora  no. Ni creo que ellos tampoco. Nadie que me conociera tiempo atrás, imagino un desenlace tan trágico a mi destino. Y ni  en general a tantos que andaban más muertos que vivos por las calles de Vall d´Uixó. Muriéndose de asco, literalmente. La diferencia entre los Guerrero, que pongo simplemente de ejemplo para nuestro relato, pero pudiendo ser cualquier  trabajador, incluso los precarios, y yo- menos los rumanos que no cobraban-era tan grande, como océano que  separa dos continentes. Me extraña que nunca se mencionara en las conversaciones, esta desigualdad tan grande en Vall d´Uixó. Sobre todo, porque entre la clase obrera se suele hablar mucho de dinero. Yo conocía todos los sueldos de mis amigos, que no es necesario contar para no desanimar a lectores que busquen empleo. La suma de un día de trabajo de ellos en su conjunto, pese a ser trabajos  mal pagados, que había perdido mucho durante la crisis, superaba mi renta seguramente de seis meses.- No cuento la familia rumana-En los últimos cinco, no había entrado un euro en mi casa. Esto era un misterio que quedaba por resolver con respecto a mí por la gente que me conocía. Como lo hacía para sobrevivir sin dinero. Y el hecho de que parecía no afectarme la pobreza. Por mi parte, notaba que pese a esta virtud, si se quiere llamar así, para enfrentarme a la pobreza, o la persecución sufrida por las autoridades durante la crisis , cuando se alarmaron por  ciertas actitudes mías.  Y si a esto se le puede llamar logro, quizás estaba empezando a agotarse, como los cuerpos. No fui incapaz de concluir en estos diez años las ideas que esperaba poder contagiar en este fermento de descomposición social. notaba hacia tiempo que andaba medio apagado sobre la vida y sin dirección ninguna. últimamente experimentaba cierta amargura ante mi pasado más inmediato . me preguntaba constantemente ¿ qué había hecho durante los últimos 10 años? Esa sensación de tiempo perdido, lejos de empujarme a recuperarlo, me paralizaba. En casa de Guerrero , ese día, me di cuenta de que me había consagrado a ellos. Toda mi vida había hecho política con mis amigos. Claro, que no me hacían mucho caso, como a los políticos. Pero yo disfrutaba fervientemente siendo escuchado mientras tomaba café. Desde luego, nadie comprendía lo que decía, y más cuando les sacaba una carta que había escrito en mi casa  y la leía en esa mesa, en la que me sentaban los domingos reunida la familia . A veces, me emocionaba tanto con mis palabras, que rompía a llorar hablando de un mundo mejor para los Guerrero. todos me daban la razón, y comentaban que bueno chico e inteligente era.  Hacia tiempo, que me mortificaba la  creencia de que yo, ya no significaba nada para ellos por mi situación de miseria, incluso dudaba de mi inteligencia.  útilmente, cuando visitaba la casa de los Guerrero, ya no leía  cartas, ni hacia discursos, ni les daba consejos de como tenían que ser.  Cosa que noté , que nadie echaba de menos. Aún así, sin cartas ni discursos, sin mi aura divina, me seguían tratando como siempre, cosa que me dolía extraordinariamente ser como ellos o incluso peor. Me constaba entender como pese a mi grandes ideas, mi superioridad moral e inteligencia respecto al resto de gente de Vall d´Uixó, había acabado en la miseria, !durante ya diez años! Gracias a que en mi actitud estaba amar tanto el dolor como a la vida, donde creía firmemente que estaban unidas ambas cosas, no caí en una profunda depresión.- como otras personas en mis circunstancias tanto socio económicas- así como entre el colectivo de idealistas que frecuentaba: anti sistemas, anarquistas, comunistas, okupas…cuyas ideas de un hombre nuevo, y libre, sin miedo ni a la muerte, así como de  un mundo mejor obra por completo del hombre, estaban empezando a quedarse olvidadas y desfasada en el siglo XXI . Marcado por los diferentes  discursos de apocalipsis y distopías de extrema derecha, e izquierda progresista. En esa jornada de San Antonio, estaba medio dormido,con la cabeza llena de pensamientos siniestros respecto a  una muerte gloriosa en manos del estado. Esto era lo único que me animaba. Lo único que contaba ya a los Guerero d eforma cada vez más patética: vienen a por mí. Aunque tenía dudas, de si para la policía, tampoco significaba ya nada. Otro tormento más.  El pueblo esa día paseaba en romería alegre y feliz, despreocupado de otra cosa que no fueran ellos mismos. Iban con sus perritos hasta la ermita. Entre tanto yo me sentía el más descorazonado de los mortales,  en el alma aplastada  por los zapatos de todos ellos. Entonces, en la mesa, el albañil me preguntó mi impresión sobre  lo que había pasado con unos perros. Sabiendo que yo recogía perros, teniendo una gran experiencia con ellos.  Y de todos ellos, era sabido que era el que más conocía  íntimamente  tenía amistad con  la familia del fallecido. Ellos también conocía a mi amigo Nacho, pero más superficialmente. empezamos de este modo a hablar del crimen de la Jauría. algo espantoso, cuyo relato yo había escuchado de manos del hijo del fallecido. En cuanto al fallecido decir, que era tal su calidad como persona, que si este pueblo fuera decente,merecería todos los elogios del mundo a su recuerdo. Entre otras cosas fue le presidente de honor del afaniat, centro para discapacitados donde colaboraba, como hombre de gran conciencia y entrega a los demás. Lo que me entristecía más de todo este asunto, es que siempre sufrían los peores reveses de la vida el que menos lo merece. Lo que me obligaba a pensar si el mundo era el infierno.

” El relato es lo más terrible que he escuchado en mi vida- empecé diciendo, al hablar sobre el asunto que me habían preguntado- su muerte parece salida de una novela de Conrad, o un cuento de Quiroaga. Hasta día de hoy, me parece cada vez más inverosímil y subrealista lo aocntecido. Yo mismo, al igual que vosotros, muchas veces he visto abandonados tres, cuatro perros por el campo, sobre todo por Garrut. Y siempre han huido. Un simple gesto, y se largaban despavoridos. Yo, cuando recogía perros para una protectora, he intentado acercarme a veces a dos perros abandonados , incluso tirándoles comida…y se iban. En cuanto al de la protectora de animales que tienen detenido por este crimen. No me cuadra. Los perros recogidos  suelen ser agradecidos, y ademas… estando alimentados ¿ que maten a una personas para comérsela? todo es muy extraño. Parece, realmente algo diabolico. No hay forma de explicarlo con lógica.  No hagáis mucho caso a la prensa, os contaré como ocurrió”

una vez hice este preliminar sobre conjeturas que realmente me afectaban, empecé a relatar lo que me contó su hijo con la mayor exactitud. Se me pusieron los pelos de gallina, como cada vez que lo recuerdo lo que vio su hija  y  su hijo, cuando vieron a su padre ese uno de enero, al ir a buscarlo al huerto en pleno monte, alarmados de que eran las siete, e Ignacio no llegaba a casa del huerto. ¿ Puede el lector imaginar lo que vieron? ¿ y quién estaba todavía por allí?

Me extrañó una vez terminé de contar el relato, lo que me dijo el camionero, que durante el rato que llevaba allí estaba aparentemente dormido y roncando en un sillón frente la televisión. Lo que contesté, que me pareció una imbecilidad, luego,  más tarde me reveló mi verdadera  relación con el pueblo de Vall d´Uxió, y lo triste que iba a ser  lo que me quedaba de vida, en un lugar rodeado de una jauría.

El camionero, un hombre grande y corpulento, de casi cuenta años, un hombre fuerte, rudo, de buen corazón, deseando ser entre  burlón y protagonista, cuando estaba en silencio pensando en el crimen de la jauría, dio unos pasos. dirigiéndose a mí me preguntó haciendoo gestos cómicos y groseros:

¿ Es que no hablas en toda la semana, que cuando vienes aquí no paras de darle a la sin hueso?

Levantando las mans al cielo entre risitas:

no hay forma de dormir en esta casa.

yo, que estaba en shock, como cada vez que recuerdo lo que le paso a Ignacio, escuché las carcajadas enlatadas de todos. De este modo rebajaban la tensión del relato, como a un perro cuando se engancha con otro y le tiras un cubo de agua. De este modo salimos del sopor tenebroso del crimen. Yo me sentí atrapado y si saber que decir. LO único que precipitadamente contesté fue algo seguramente inconsciente:

así es, vengo a vengarme del silencio de toda la semana.

todos medio rieron, yo creo que fui el último en comprender lo que había dicho. La palabra vengarme entre amigos tenía un aspecto muy negativo. me levanté instintivamente, pedí disculpas y salí. Herido por la indiferencia, sin darme cuenta de que lo que había dicho era la expresión de un deseo. conforme caminaba tropezaba con los romeros acompañados por sus perritos con pañuelos de San Antonio atados del cuello. Alguno de estos perros serían abandonados por esta gente tan despreocupada y alegre. Conforme iba a mi casa, el pueblo de Vall d´Uixó quedaba a mi espalda formando una joroba en mi cuerpo que arrastraba. Presentí  que cuando me despeñara me hundiría el peso de este pueblo al que estaba atado. Al día siguiente, cuando  me desperté tras dormir agitado. Lo único que recuerdo del sueño es que  había en un espejo  escrito en letras que ardían  la palabra: venganza. Recordé lo que dije en casa de los Guerrero mientras salía con mis perros de paseo. Sin darme cuenta, acabe en la ermita de San Antonio. Al día siguiente de la procesión estaba completamente vacío el lugar, sin que hubiera recuerdo de la romería. Ni de las verdaderas causas del asesinato de Ignacio. Había entre la basura dos perros abandonados comiendo entre los plásticos que removían con sus hocicos y patas  para sacar los restos de las torradas de carne de la festividad de San Antonio. Volvió a mi mente la palabra venganza, ¿ qué quise realmente decir en casa de los Guerrero?- fue lo que me pregunté contemplando la fachada sencilla y blanca de la ermita, y al girar la cabeza quedando la ermita a mi espalda, observando aterrado aquella extensión maldita del pueblo de Vall d´Uixó. ¿ Era envidia a la vida sencilla y armoniosa de mis amigos que gozaban de respeto, tranquilidad, paz y amor? Pensar esto me pareció extraño, y no sabía si desechar esta hipótesis introspectiva. Al fin y al cabo, sabía que toda esa apariencia  era mentira.La santa familia, la santa tradición, el santo conformismo- balbuceé. quizás la respuesta no estuviera en la palabra venganza, sino en el silencio. En vengarme del silencio. EL silencio que todos ellos guardaban. EL silencio de la clase obrera, que ese camionero ejercía a diario, por la santa familia, por el santo que dirán si hablo, por la santa sumisión, por el santo miedo. Si, ahí estaba mi venganza. Creo que era la manifestación  del odio a la clase trabajadora, al pueblo, o en general, a la indiferencia de la sociedad, que estaba llegando a límites inhumanos. Nada les conmovía. pensé en Ignacio, ¿ qué sería de su familia? Ahora ya nunca se librarían de la jauría. Saqué un lápiz y un trozo de papel que llevaba en el bolsillo y escribí un poema. No fue muy largo, deseaba alargarlo, pero solo conseguir escribir su comienzo:

“Habrá un ronquido en cada aullido.

Un bostezo en cada bocado.

Un campo  cerrado sembrado de adoquines y baldosas

dentro de la casa.

Un viento helado clavándose como un cuchillo por el costado.

serpientes por las paredes y entre las sabanas.

un cáliz lleno de medicinas cada mañana.

La imagen del verdugo asomada en el espejo.

Y fuera, la jauría sonriendo”

Angelillo de Uixó.

  • Autor: Angelillo de UIxó (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de enero de 2018 a las 08:56
  • Comentario del autor sobre el poema: a través del relato del crimen de la jauría de Vall d´Uixó en casa de unos amigos, voy relatando mi perfil psicológico y todo este entramado social, sin perder de vista, aunque aun no sale que tienen imputado y semi detenido por este espantoso crimen a un inocente.
  • Categoría: Carta
  • Lecturas: 6
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.