En un cuarto vacío, sin puerta alguna, sin ventana siquiera, sin techo ni suelo, si acaso se distinguen paredes sin ninguna orientación. Perfectamente oscuras brillan extrañamente cuando el sonido de los luceros locos toca sus fronteras al son de su onírica miseria
En el centro imaginario ha llegado un niño brillante que buscando un punto alto y natural de comunicación mágica ve al cielo que no existe en su barroco cuarto loco y con los brazos cruzados para protegerse del frio de las seis de la tarde profiere una invitación espiritual a la figura recurrente que algún artista retrató en los cuadros dolorosos que adornan la iglesia renacentista del pueblo de sus amores y de sus necesidades
Las oscuridades de la noche cubren la montaña y las siluetas mágicas salen de su sombra de luz y revolotean jugando con la imaginación y la psicología del brillante niño que sorprendido toma asiento en una piedra y descansa su espalda en un árbol que hace unos instantes no existía por que no importaba su presencia
Fascinado el niño brillante se divierte con las sombras de la noche que le enseñan a volar con gran velocidad y como camaleón cambian de forma y tonalidad, hacen ruidos y movimientos locos al cruzarse con los cipreses, lo cual es tristemente divertido como lo es el melancólico sonido de una quena bien ejecutada que hace llorar de la nada a un público en euforia
De forma paulatina la noche deja ver en la distancia más allá del cuarto vacío grupos de luces que titiritan aferradas a la tierra, el niño brillante piensa que esos grupos de luces son otros seres que solo viven en la noche porque temen a la oscuridad con la que él se divierte
El niño brillante no está autorizado para que en su precoz lucidez pueda darse cuenta que el grupo de luces más lejano es parte dolorosa y punzante en su futuro indeseado
Ha llegado el niño brillante a su madurez y el niño sigue siendo el niño brillante jugando con las sombras de aquellas luces lejanas que visualizaba desde el cuarto vacío en la montaña que le permitía escuchar la música quena cuando las sombras se cruzan con los cipreses
El artista se equivocó y el diablo no apareció
- Autor: Roberto Vásquez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de enero de 2018 a las 12:14
- Categoría: Amor
- Lecturas: 74
- Usuarios favoritos de este poema: Vagabundo Universal
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