Se van las aguas que a la orilla llegaron.
El sol se oculta, una y otra vez...
Dejan las aves el nido habitado;
Se aleja la vida al llegar la vejez.
Zarpó cada barco de su puerto amado,
llevando consigo un soñador, tal vez diez.
Dejaron los niños juguetes y helados,
y comenzaron ellos también a crecer.
Se quedó en la noche el insomnio y el llanto.
Las alegrías no yacen en un vago ayer.
Se secó el rocío en el verde pasto
y culminó el duro ciclo de quien tuvo fe.
Ha dejado el poeta su país de antaño,
y yo aún no te puedo dejar de querer.
- Autor: Melany Devia Montoya (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 9 de febrero de 2018 a las 00:22
- Categoría: Triste
- Lecturas: 25
- Usuarios favoritos de este poema: Wellington Rigortmortiz
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