Os saludo amigos.
Intentaré entrar más a menudo aunque no sea tanto como deseo.
Por razones de problemas visuales no puedo estar en el ordenador, por esa razón no podré hacer muchos comentarios, pero abrí para intentar comunicarme poco a poco con todos ustedes porque os hecho mucho de menos.
Un abrazo.
Sara no estaba contenta con el nuevo decreto que había promulgado el gobierno, y no comprendía por qué razón había que hacer una ley para que la mujer fuese valorada suficientemente con el fin de poder ejercer una labor en igualdad con el hombre. ¡Ley de Paridad o Igualdad? ¡Qué absurdo! ¡Esto clama al cielo!- comentaba con su amiga un tanto enojada.
Carmen trataba de hacerla razonar, y le explicaba que esta era la única manera de que las mujeres pudiesen ejercer altos cargos, incluso políticos. Ella también estaba de acuerdo en que no debiera ser por ley, pero si no fuese así ¿saldría la mujer de su anonimato? Sin embargo, coincidían en que eso tan sólo era una estrategia política. Sara no aceptaba tal ley, pero ella se resignaba mientras la sociedad, sobre todo los hombres, se fuese dando cuenta del error tan grande que comete manteniendo a las mujeres al margen.
-Ahora bien, comentaba Carmen, yo no tengo tan claro que esto de la igualdad nos abra las puertas a todas, ni que sea una ayuda para nuestra liberación, y me refiero a las mujeres de a pie. ¿Tú te sientes liberada o más atada?
-¡Esa es otra! ¿A qué mujeres beneficia la ley de igualdad? Por lo que veo, a las mujeres que de una u otra manera ya eran tenidas en cuenta, aunque no fuese en política, pero en cuanto al resto de las mortales, lo que hemos asumido son más responsabilidades, más trabajo, menos tiempo para nosotras, y si bien lo miramos, seguimos sin ser valoradas a pesar de llevar toda la carga familiar además del trabajo fuera de casa. ¡Tantas veces me pregunto si no estaría mejor dedicándome a mis labores…! ¿No es así como figura en el carnet de identidad? Sólo nos falta que nos pongan como oficio: “Maruja”. ¿Te das cuenta qué menosprecio a una labor tan digna como es el ser ama de casa? Encima, de ama, ¡nada! Es exasperante, ahora somos marujas con categoría de… ¿de qué? Me consuela ver que algunos jóvenes comparten las tareas, pero a la postre para solucionar las verdaderas dificultades de la familia seguimos siendo “las incompetentes mujeres” quienes tenemos que sacar las castañas del fuego.
-Y digo yo, Carmen: ¿no ves la diferencia que hay a la hora de criticar los errores y carencias de los hombres y de las mujeres? ¿Por qué al referirse a ellas se habla de sus modelitos mientras que de ellos se habla de sus logros? Pero no, ellas obran mal por ser mujeres, y por lo tanto, ineficaces. Eso es una muestra de que no hay igualdad que valga. ¡Date cuenta cómo ante un mismo caso algunos medios de comunicación tratan el tema diferenciando muy bien entre hombres y mujeres. ¡Por dios!, !es repugnante leer o escuchar ciertos comentarios periodísticos!
Doña Matilde estaba escuchando en silencio a su hija y a su amiga. No le sorprendían aquellos debates tan frecuentes, sobre todo, cuando su hija se sentía frustrada a causa de no sentir esa plenitud que divulgan algunos medios, que enarbolan lo importante que es el hecho de que la mujer se independiente.
Ella veía cómo su hija cada día se dejaba la piel para mantener su puesto de trabajo y que en casa no se notase su ausencia. Su yerno sentía que ya había cumplido con un “te ayudo a poner la mesa”- y eso cuando le acuciaba el hambre, . Y de los deberes escolares de los niños, de llevarlos al médico, de tener la despensa llena, ¿quién se ocupaba? Su yerno se escuda en que ahora en las casas hay maquinarias que sustituyen a las pesadas labores que antes tenían que hacer las mujeres. Ciertamente ella había trabajado tanto o más que su hija, pero estaba en casa y era su propia jefa. Lo cierto es que nunca se sintió dueña de nada, pues para las cosas de poca importancia no precisaba permiso para decidir, pero era diferente tomar decisiones de envergadura, pues entonces su opinión no se tenía en cuenta, la última palabra la tenía su difunto marido. Bien es cierto que su hija toma decisiones y las comparte con su marido. Hay cosas que han cambiado, pero ¿a costa de qué?, ¿vale la pena esa libertad si para ello se tiene que dejar la piel por el camino? Estaba convencida de que para no vivir llena de frustraciones y estresada, como viven ahora algunas mujeres, sólo debieran trabajar fuera del hogar aquellas que su trabajo fuese valorado, y se les recompensara por hacer lo que les agrada. Claro que esto también les gustaría a los hombres, pero la diferencia está tanto en el ámbito familiar como en el laboral.
Tenía que ser muy triste para su hija ver cómo su marido por hacer el mismo trabajo que ella trae a casa una nómina bastante más abultada y es tratado con más condescendencia, y para más inri, las mujeres tienen que ir demostrando su valía y honradez, mientras que los hombres no precisan demostrar nada, ya se les da por hecho.
Doña Matilde había deseado tantas veces sentirse libre para opinar y decidir por sí misma, que cuando lo hacía tenía que utilizar eso que llaman astucia femenina, que no es otra cosa que una manera de sobrevivir, de sentir por un instante que se hace alguna cosa teniendo en cuenta que ella también tiene sentimientos, opinión y deseos de saber, eso sí, con mucha cautela para que no se notase que ella había hecho lo que deseaba. Tenía que hacerle notar a su marido que al final se hacía lo que él quería. ¡Es una lástima que las mujeres de su edad tuviesen que quedarse solas en la vida para poder decidir por sí mismas! Hubiera preferido no disfrutar del pleno albedrío y tener a su vera a su compañero, porque quizás ahora en la vejez él se habría vuelto menos dictador.
No, no se estaba engañando, sus amigas, las que tenían la fortuna de disfrutar de la compañía de sus maridos, seguían sujetas a sus tiranías. Entonces, ¿es que no hay otra manera de disfrutar de autonomía, de lo que ahora llaman independencia, más que estando solas en la vida? Ciertamente no es fácil la vida para nadie, pero a las mujeres que tienen conciencia de ser una persona plena, se les pone la vida cuesta arriba, a las de su generación y a las de ahora, pero a las de ahora más si cabe, porque viven en la lucha por alcanzar metas por las que antes sólo algunas luchaban.
Algo había cambiado, pero no tanto como se presume. También ahora son más consideradas las mujeres que están en las altas esferas. En cuanto a las demás, siguen y seguirán luchado por unos derechos que están sobre el papel, pero que en la práctica, la igualdad sigue siendo una quimera.
Sara ya se había desahogado despotricando contra aquella triste realidad. Tenía que darle algo de razón a Carmen, pues si no existiese la ley de igualdad, las mujeres seguirían en la sombra, pero eso no quiere decir que para ella y para las demás mujeres que viven otras realidades distintas a las que ejercen el poder o que están en puestos más considerados esa igualdad sea la misma.
Ya se conformaría con que en su trabajo y en su hogar funcionara esa igualdad. De todas maneras, mientras se tenga que sostener la paridad entre ambos sexos sobre una ley, no alcanzará la mujer la verdadera igualdad.
5-5-2016 LUISA LESTÓN CELORIO
- Autor: ESCAPITINA -Luisa Lestón Celorio (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de febrero de 2018 a las 16:40
- Comentario del autor sobre el poema: Hola amigos, mucho hace que no ando por este lindo lugar, hoy que estoy un poco mejor me animé a pasar a visitaros. Este breve relato lo escribí hace un tiempo, pues últimamente no puedo estar en el ordenador, así que para que no me olvidéis y veáis que yo tampoco os olvido os dejo uno de mis escritos aunque no sea muy bonito. Un abrazo poetas y director de la página
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