Camino a la cotidianidad, habiendo estado gozando del insomnio de la desabrigues que con un corte de tajo inexcusable me aparta de la plena familiaridad al atiborrado desengaño del medio social ambiente, voy describiendo las especies que al paso convidan de su momento anímico y espiritual.
Moradas tristes que sin ser de cartón conmueven y perturban la imaginación con sus perchas y protecciones usadas para que sus colectividades asuman una plena apreciación de seguridad que les permita pernoctar en celestina extensión.
Afuera sentadas están ya en la cúspide del bullicio mundano, la soberbia y la inteligencia, la ignorancia y el orgullo, todas armadas hasta los dientes.
Su propósito es quizás planear la educación del milenio y definir los temas que por estos días se vuelven determinantes. Soluciones creativas a problemas que nadie tiene, en un mundo de controladores mediocres cualquier genialidad es peligrosa, es de locos: virtualmente un estado de excepción autorizado.
El egocentrismo acompañado de esa afamada etapa anal que no les abandona en su cruzada, ni les permite tener acceso a la agudeza para admitir en su sentido común que su perspectiva debe contemplar como aspecto fundamental que el punto de vista del punto de vista de los demás debe de ser su punto de vista.
El motor es el vínculo que civiliza, pero no se conquista el mundo cuando tiene hambre, porque él hombre muta de simple a civilizado.
No se puede ser tan específico en el amor ni en el sexo, es demasiado adulto y demasiado radical,
Pues son las oraciones las que dan forma al santo, no hay que perder el tiempo, todos envejecemos y seguimos siendo los mismos.
- Autor: Roberto Vásquez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de febrero de 2018 a las 14:43
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 54
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.