Relatos frente al fuego (Episodio 3 - Final)

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Episodio 2 : https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-484253

El vértigo repentino de la caída lo sacó de la ensoñación, las manos ateridas trataron de aferrarse sin éxito de la rama, estaba cayendo, y finalmente cayó sobre la nieve. Incorporó el torso, sólo para ver al monstruo abalanzarse sobre él, la cabeza gacha, los cuernos enormes y mortales apuntando hacia él.

Rodó sobre sí mismo apenas a tiempo para evitar la cornada mortal, pero no pudo eludir las pezuñas del animal que le desgarraron el costado. Ahora él también estaba herido, la sangre y la vida fluían de los cuerpos de los dos.

Corrió y corrió cambiando constantemente de dirección, eludiendo los embates de la bestia, hasta que pudo ganar una cierta distancia, la suficiente como para preparar y lanzar otro dardo que se clavó débilmente de costado sobre el lomo del animal, aunque abriendo una larga herida lateral.

El bosque lo protegió en su carrera, porque los obstáculos demoraban al monstruo.

Así llegó hasta el espejo congelado de un río, y se animó a cruzarlo, a pesar de que escuchaba el galope persiguiéndolo cada vez más cerca, esos belfos resoplando y alcanzándolo.

Fue una buena decisión, pues la corteza de hielo no fue suficiente para sostener el peso del enorme animal, y se quebró. El río no llegó a tragárselo, pero le dio a Lanzador-De-Hachas el tiempo suficiente para huir.

Cuando llegó a la arboleda cercana, Lanzador-De-Hachas hizo inventario de las armas que le quedaban: sólo dos flechas, y el hacha que aún no había alcanzado a usar.

A la distancia pudo divisar al monstruo caracoleando sobre la playa congelada, la cabeza en alto, resoplando y lanzando columnas de vapor con su aliento. Las heridas que le había infligido no lo habían debilitado en lo más mínimo.

Pero ahora la suerte estaba a su favor. Protegido del viento, sin que la bestia supiera dónde estaba, sólo debía seguir acechándolo a distancia hasta que se le reventara el corazón.

Estuvo todo el día siguiendo el rastro del animal, perdiéndolo de vista sólo por breves momentos. Al caer la noche, encendió con habilidad unas ramas, y lamentó haber perdido los dos ratones y el conejo que había cazado esa mañana. Su magra colación fueron unas raíces que pudo recoger.

Al amanecer del nuevo día, se puso en marcha tras el rastro de nieve teñida de sangre. Por suerte durante la noche no había nevado, y las huellas se marcaban frescas como recién hechas.

A las pocas horas lo había divisado, y continuó acercándose hasta él con tranquilidad, pues el viento soplaba de frente.

Se arrastró como una serpiente sobre la sabana helada hasta que estuvo a la distancia de una flecha. La bestia escarbaba con sus pezuñas la nieve, para alcanzar con su hocico las hierbas congeladas del fondo. No se apuró, esperó hasta el momento propicio, y entonces lanzó su suerte. Su objetivo era el cuello del animal, y casi lo alcanzó: el dardo se hundió fuertemente sobre la cruz.

Cuando se volvió para correr, sintió una ligera debilidad en las piernas: el frío, el hambre y la pérdida de sangre estaban haciéndose notar.

Estaba corriendo hacia el escondite elegido, unos matorrales bajos sobre la ladera de la cañada, cuando sintió que lo adelantaban a ambos lados de su cuerpo los cuernos formidables de aquel animal, y sin tiempo para pensarlo, con un movimiento de cabeza, lo arrojó por el aire.

Cayó a poca distancia, sin daños, sobre un colchón de nieve. Se incorporó rápidamente, sólo para ver el soberbio testuz a punto de embestirlo nuevamente.

Fue un golpe sin carrera, por lo cual Lanzador-De-Hachas acertó a tomarse con ambas manos de esas astas, y, dibujando un círculo en el aire, fue a quedar a horcajadas sobre el cuello colosal de la fiera, que continuaba su carrera.

Lanzador-De-Hachas aferró la única flecha que le quedaba, y la sepultó hasta la pluma a través de la piel del cuello del animal, que, con un fuerte bramido, corcoveó con tal intensidad que lo lanzó por el aire.

El cuerpo lastimado de Lanzador-De-Hachas se levantó con la fuerza de un resorte, y se lanzó a la carrera para alejarse de la bestia que rugía con ferocidad detrás de él.

Sólo se detuvo cuando alcanzó la relativa seguridad del bosque. Cuando se volvió, observó a la distancia al monstruo enfurecido dando cortos galopes, embistiendo, arrojando espuma por la fiera boca a uno y otro lado. En ese momento supo que lo tenía, que sólo era cuestión de tiempo para matarlo; y también comprendió, con un sordo temblor en su mandíbula, que la furia de aquél animal no tenía límites, que si lo tuviera a su alcance lo destrozaría con su cornamenta y con sus pezuñas y sus dientes.

Escaló con precaución un alto árbol cuyas ramas le darían protección, y se ocultó en el follaje.

Un sol destemplado brillaba sobre la nieve, cegándolo. A lo lejos el monstruo había dejado de bramar, y trotaba sobre la nieve, desafiante.

Lanzador-De-Hachas sentía dolor en cada hueso y cada músculo de su cuerpo. Arrancó un trozo de corteza y lo masticó, tratando de vencer la debilidad que lo dominaba. Estaba momentáneamente a salvo, y casi sin notarlo, se durmió.

No supo durante cuánto tiempo dormitó, pero el sol se ponía cuando sintió que el árbol en el que se encontraba se sacudía con las acometidas del animal: lo había estado buscando todo este tiempo, lo había encontrado e intentaba hacerlo caer.

De pronto, de cazador pasó a sentirse presa. Quiso moverse, y sintió un agudo dolor en el hombro izquierdo. La bestia seguía golpeando con su testa el tronco del árbol, y sus flechas ya no estaban a su alcance, aunque podía verlas, clavadas en varios lugares del cuerpo del animal.

Sólo tenía su hacha. Pensó que si pudiera golpear esa cabeza entre los cuernos, tal vez... recordó su breve cabalgata, y consideró lo que podría ser su única oportunidad.

Se puso de pie sobre el gajo en el que se encontraba, y en el mismo momento de la siguiente embestida, saltó sobre el cuello de la bestia.

Ésta, al sentir su peso sobre ella, se lanzó a la carrera hacia el claro. Lanzador-De-Hachas estaba fuertemente sostenido con los brazos, y no tenía manera alguna de alcanzar su hacha sin caer. La suerte no le duraría mucho tiempo, así que intentó morder la dura piel, en vano.

La carrera continuaba, cada vez con mayor velocidad. De pronto, la bestia se detuvo en seco, arrojándolo con violencia por el aire.

Al caer, Lanzador-De-Hachas sintió un fuerte crujido y un agudo dolor. Había visto a muchos cazadores tronar así, y sabía que ya no podría levantarse.

Contempló al monstruo que se detenía un momento antes de asestar su estocada final, y no alcanzaba a comprender cómo él, Lanzador-De-Hachas, el cazador implacable, el infalible, podía haber fracasado en el intento de matar a este animal.

El monstruo ya se alzaba, rampante, ante él, cuando, por fin, comprendió su error.

 – ¡Eres el Animal-Que-No-Muere! – , le gritó, mientras las pezuñas de la bestia se hundían en su pecho ensangrentado.

 

 

 

F I N

 

Rafael

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Comentarios +

Comentarios5

  • Jorge Horacio Richino

    Placer leer este vibrante relato, cuya paradoja final deja abierto el pensamiento a recapacitar que ese enemigo mortal que nunca muere... tal vez -aunque difícil- pueda ser al menos controlado!
    Un abrazo!!!

    • Ӈιρριε Ʋყє ☮

      Tal vez la vida adquiera sentido sólo al enfrentar a ese animal. Y tal vez vencerlo.

      Un abrazo grande.

    • Jose Adolfo

      los colmillos de la gula anidan en la perversa egolatría que nos consume hasta que nos ahogamos en nuestra propia sangre poeta - Digno escrito para un merecido premio literario - Hoy desde mi humilde concepto - te hago PREMIO NOVEL DE ESA PLUMA QUE NOS ABRE A LAS UTOPÍAS JULIAN - GRACIAS POR TU APORTE

      • Ӈιρριε Ʋყє ☮

        Epa !!!

        José Adolfo, tus comentarios elogiosos son para mí el mejor de los premios.

        Gracias por leerme

      • Esteban Mario Couceyro

        Siempre hemos luchado contra mitos, ignorando que eso somos.
        El mito de la inteligencia y lo posible, generalmente nos traiciona.
        Un abrazo.
        Esteban

        • Ӈιρριε Ʋყє ☮

          Muy atinado comentario.

          Justamente, la primera frase que escribí de este cuento es esa que denota la perplejidad de Lanzador-de-hachas al perder, por primera vez, una presa.

          Y descubrir que esa presa era imposible.

        • Bienvenidos

          ya lo han dicho.... nuestra propia verdad negada nos asedia hasta que la hemos admitido y aprendemos a vivir con ella....
          saludos Julian!
          un encanto de relato.

          • Ӈιρριε Ʋყє ☮

            Tenemos que aprender a enfrentarnos a ese animal-que-no-muere, que habita dentro de nosotros mismos.

            Vencerlo, y desde entonces sentirnos completos.

            Gracias por leerme. Un placer haber podido conmover tu reflexión.

          • Anton C. Faya

            Peco de soberbio el cazador del hacha, para ser una semejanza como todos los que tienen poder...

            Un muy buen cuento con una gran moraleja, de contenido abierto.
            Te felicito Julian, lo he disfrutado mucho....

            • Ӈιρριε Ʋყє ☮

              Gracias, Anton, es una satisfacción enorme para mí haber podido proporcionarte un rato de placer y distracción.

              Un abrazo grande



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