Derraman mi sangre para saber mi verdad.
El códice de mis huesos escudriñado en frías runas incapaces de contenerme.
Porque yo también he sido una tormenta para galopar la impiedad de este dolor,
El tortuoso cinismo de este silencio.
Someten mis fantasmas a la máquina de las revelaciones,
Los disgregan en valores, en colores,
Puros signos marcando el océano cual profeta que divide y multiplica las aguas;
De tal forma que el horror se cuela por los gestos grises de lo predecible:
El castigo del vidente es acertar sus intuiciones.
Edredón de tiempo, que me acunas todavía,
Viejo polvo de tantas constelaciones que hoy sólo son alergia y suciedad.
Puerta cerrada de las potencias,
Con la cerradura rota y la llave escupiendo sus últimas imprecaciones.
El mismo arco donde esperé que pasara el temblor
Derrumbándose de miedo y de espasmo precipitado,
Confundiéndome de pena y de pan cada vez más raido.
Aquella voz que rompe el sueño -malditos azuzadores de mis bestias-,
¿Le dirás por mí que no tengo huella para marcarle la frente?
¿Serías tan compasivo como para rogarle que se marche?
¿O permanecerás de pie, como un reflejo más, asistiendo a este festín
Donde soy un entremés para mi propia angustia?
- Autor: Necrofagotimes (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de marzo de 2018 a las 03:01
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 25
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