DESDE EL CREDO DE AQUILES NAZOA

Creo en la piel que escucha como un ciego
Creo en la orden de quitar el polvo a los muebles
Y la sanción de lavar la ropa interior en la voz de madre
Creo en el habito de mojar pan en leche condensada
en el asombro al jugar con las muñequitas de papel
Creo en el juego serio de los niños simulando ser papa y mama
en el castigo pícaro de los padres por inmorales
Creo en creer sin condiciones,  aun con cielo de tinieblas
Creo en la lluvia limpiando el alma en el patio de la casa de la niñez
Creo firmemente en el llamado de las chicharras a juntarse
Simplemente porque tiene que ser

Creo en el tiempo del amor y de los besos
De las manos pegaditas de los paseos blancos
Creo en el presente cuando manda como niña
En las mariposas de los libros solo para locos
que se leen como obsesión
creo en la visión de respeto, simplicidad,
plenitud y madurez de Chaplin
Creo en la humildad expresada en las pinturas de Bladimir
Creo en la magia de dibujarse con alas
En los instantes que alimentan lo etéreo de un abrazo

Creo en los días cuando el aliento configura
El hermoso sonido del silencio
Creo en el regalo de la noche roja
Que al fin llega
Creo en la imaginación cuando se hace dueña de la razón
Cuando detiene el ruido cerebral que produce la reflexión
Creo en mi yurimia en su magia de duende,

en su guayoyo que me definió como poeta

Creo en el viento que gira alrededor
en el umbral de la nostalgia
En los tiempos del regaño
De los sueños resfriados
Creo en el sombrero sobador de la vida
Que te delata, te esconde y te define
Creo en las manos posadas en la cintura
Creo en las simples cosas con la Vargas
Y en los recuerdos de Serrat

Creo en los momentos que construyen y destruyen
Creo en el regocijo de aprehender

En la magia de no esperar
En la libertad del cuerpo y el alma
En armonía con los otros
Creo en la insistencia a la respuesta
del principito

Creo en el regalo del vuelo de Carilda
En el “desorden, amor en el desorden”
Como principio y fin de lo que cambia