La luz todavía intenta atravesar la negrura de la noche, cuando Carmen se levanta de la cama para preparar a José el primer café de la jornada. Es algo que viene haciendo todas las mañanas, desde hace trece años, para que él se lo tome antes de salir a la mar con su pequeña barca en busca de la pesca del día.
No necesita escuchar el canto del gallo para despertarse. La fuerza de la costumbre es el mejor despertador.
En el cuarto de baño, el espejo le devuelve la imagen de un rostro todavía dormido, en el que el tiempo cinceló alguna arruga. El agua helada, con la que se moja la cara, consigue que se despeje.
Se dirige a la cocina. La estancia está fría, como el resto de la casa. Enciende los trozos de madera que dejó dentro de la cocina de hierro, y coloca encima la cafetera ya preparada.
En un intento de calentarse se frota las manos, mientras a través de los cristales, por los que a ratos se desliza alguna gota de agua, observa la pequeña huerta. Ve los dos árboles frutales, ahora desnudos de hojas y frutos. Ve los espigados repollos que sirven de comida a los animales. Y la hierba que crece salvaje y está cubierta por el manto blanco del rocío, lo que confirma una noche heladora y anticipa un día frío.
El silbido de la cafetera la saca de su ensimismamiento. Sirve el café.
Con el estómago caliente se pone un chal de lana sobre los hombros y abre la puerta que da a la calle. Por detrás de la montaña del fondo vislumbra la tenue claridad que antecede a la salida del sol.
Empieza el nuevo día con la misma rutina. Abre la puerta hecha de tablas que cierra el gallinero y deja salir a las gallinas para que campen a sus anchas por la huerta, mientras les hecha el pienso en los comederos. Lava a mano ropa que tiende bajo el tejadillo que sobresale en la parte posterior de la casa.
A media mañana se dirige a la tienda del pueblo y compra lo que necesita para hacer de comer.
Como todos los días vuelve a casa con el paso acelerado, sin pararse con nadie, a esperar el regreso de José.
Como todos los días se recompone el peinado ante el espejo mientras lo espera, deseosa de abrazarlo, de besar esos labios que le susurran lo guapa que está.
Hace casi un año que el viento destrozó la barca de José contra las rocas.
Hace casi un año que la mar se lo llevó consigo.
Carmen le sigue esperando…
- Autor: Luibarca ( Offline)
- Publicado: 6 de abril de 2018 a las 04:34
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 59
- Usuarios favoritos de este poema: Ӈιρριε Ʋყє ☮, Jorge Horacio Richino, María C.
Comentarios8
Precioso el relato ,lo he leído varias veces y lo he vivido a cada renglón .Esta lleno de ternura y una nostalgia ..Para mi ,encantadora.Un abrazo amigo Luis .
Si, intenté impregnarlo de nostalgia. Me alegro de que lo hayas sentido así.
Un abrazo.
Un montón de sensaciones y de imágenes, de sentidos y de emociones magistralmente trasmitidas.
Me ha atrapado
Un abrazo
Muchísimas gracias, amigo. Intenté plasmar las imágenes que tenía en mi mente a través de las palabras.
Un abrazo.
Si compadre, solo seguía vivo en el recuerdo de ella.
Una historia que pinta la realidad de muchas familias de pescadores artesanales!
Un gran relato! Muy conmovedor por cierto!
Mis felicitaciones y un gran abrazo!!!
Por desgracia, así es. Muchas gracias Jorge.
Un abrazo.
Duro y contundente retrato de la vida de muchas mujeres de hace algunas décadas en el medio rural.
Sentí el frio de las manos de Carmen lavando la ropa al aire en pleno invierno... (Recordé a mi madre lavando en el rio)
Un abrazo
En algunas aldeas de Galicia, todavía queda alguna mujer que lo hace (por suerte cada vez menos).
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Magnifico, Luibarca. Hermoso relato que, espléndidamente desgranado, te va atrapando a medida que avanza inexorable hasta ese inesperado y trágico final.
Enhorabuena. Un abrazo
Xabier
Muchas gracias Xabier.
Me alegro de que te gustase.
Un abrazo.
Atrapa la cotidianidad de la villa y de la señora. Te sentís partícipe de la villa, como se hubieras parado en el tiempo. Tan estancado que la viuda repite el mismo día eternamente. Muy lindo y atrapador. Gracias amigo.
Muchas gracias André. Me encanta el análisis que haces.
Un abrazo.
Un relato , muy bien hecho... con un final de película. se lució compañero. Felicitaciones...
Muchas gracias Iván. Me alegra mucho que te gustase.
Un abrazo.
He de volver a repetir que dentro de la inmensa tristeza habita una gran belleza, como en tu cuento LUIBARCA, que tiene mucho de realidad, eso pasa en muchas familias de pescadores, de ferroviarios, de mineros, etc...
Un abrazo.
Efectivamente. Yo conozco mas de cerca la vida de la mar, pero es extrapolable a otras actividades.
Muchas gracias por tu sensibilidad.
Un abrazo.
Si tengo amistades que trabajan sus padres y viven del mar, y pasan muchas penalidades.
Un abrazo, y gracias a ti.
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