Después de dos años de acabada la tormenta , me encontraba en mi casa, mientras rociaba un poco de insecticida, ese aroma que de pronto parecía tan familiar activó poco a poco mis sentidos hasta recordar que era el clásico olor a aquel hotel en el que tantas veces nos vimos. Yo solía tener dos personalidades, la que, según él podía sentarse a cenar en la mesa de su madre y la que sólo él conocía y había formado en su imaginación.
Ese hotel no era para nada uno de paso, al contrario, tendría unas tres o cuatro estrellas, además de ser el más conveniente por su ubicación ya que estaba cerca de mi casa en aquel entonces, era en el cual se quedaban las tripulaciones cuando tenían que pernoctar en la ciudad, además de ofrecer una tarifa preferencial de la que muchas veces nos vimos beneficiados.
Los recepcionistas y los meseros del restaurante ya nos conocían, sabian que éramos la pareja aparentemente perfecta donde un capitán va en conquista de subdamicela, esa que se puede sentar en la mesa de su madre, pero al cerrar la puerta todo cambiaba, yo dejaba de ser yo y me convertía en Rubí, la que al entrar empezaba el arte del oficio más antiguo del globo terráqueo, la que despertaba su sexo después de largas horas de vuelo y mordía una almohada para evitar que los gemidos se colaran con el resto de las habitaciones familiares.
Teniamos una especie de ritual, entrábamos, el me abrazaba por la espalda, me besaba lentamente el cuello y me empezaba a desnudar, yo quitaba su corbata, amaba su corbata, y con cautela lo despojaba de su uniforme impecablemente planchado para evitar cualquier arruga que delatara su velada, luego doblaba mi cintura y con las manos en el piso lograba mi primer squirt de la noche y es así como todo comenzaba ...
- Autor: Memorias de Rubi ( Offline)
- Publicado: 11 de abril de 2018 a las 01:30
- Categoría: Erótico
- Lecturas: 109
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