Cuando aprendí las letras
las aprendí con sangre,
tenían la forma de un puño.
Su golpe
me quitaba la respiración.
Así aspire su honda inspiración
era el cuño
de la sabiduría y del odre.
El abecedario de la miseria
siempre inflige
devaneos y risas estereotipadas.
Hay un abecedario para todo:
para amar, para odiar
para reír, para llorar.
Me dirán que son las mismas letras,
pero son diferentes
según su construcción
dependen del puño y el corazón.
Pa, pa, pa; ma, ma, ma
No se cuales fueron primeras
pero si les aseguro
que no fueron ninguna
de las llamadas belicistas;
ni las trogloditas románticas
que engullen corazones.
Eran letras patulecas
garabatos hechos con manos torpes
y dedillos traviesos,
temblorosos de la regla.
Siguiendo la geografía del miedo
se anudaban al lápiz
y destilaban sudor.
Cristales de sal mareaban
el límpido papel
que acogía al grácil trazo de carbón.
Luego fueron construyendo
la babel de mi lenguaje
hasta alcanzar el intrincado
esperpento del laberinto.
A veces río con ellas
hasta que asoma el llanto
después entono un canto
y se vuelven danza de cisne.
Se elevan hasta llegar a lo etéreo
buscando al arcano y al cielo,
es la oración enojosa
del desposeído,
el lenguaje de los caídos.
Si, es la letra haciéndose queja.
Madura su dolor
como la espinilla o el furúnculo
después asoman desparramadas
en sendos comunicados
guerristas y manifiestos
de paz atrincherados en ballestas.
Son las letras terroristas
las que no se acomodan a
los discursos de ningún bando.
Son hijas de la ira;
en vez de laureles llevan puntas,
anclan su forma en el rictus
de los muertos solo por la forma
no por el fondo.
Acaban en lápidas
o en trasfondos grises,
son la letras aprendidas
en la vendimia de la muerte.
- Autor: Kleber Exkart ( Offline)
- Publicado: 14 de abril de 2018 a las 19:07
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 40
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