Un voto a mi cuento: "Eliberio Olivares y su sueño pionero" – Un sueño es como una semilla y una promesa

Hermes Antonio Varillas Labrador



Eliberio Olivares era un chico de apenas ocho años que, sin embargo y a tan corta edad, las circunstancias de la vida le fueron marcando y enseñando con letras de fuego, perdiendo el calor de sus padres, por extrañas razones que a él nunca le aclararon ni le narraron quienes se hicieron cargo de su tutela, dos familiares lejanos de su árbol genealógico, casi que sin parentesco, pero que asumieron con mucho afecto la educación y crianza del pequeño.

Dado a buscar a cada cosa su explicación, en todo se planteaba un por qué, más de la pérdida de sus progenitores prefirió prometerse y proponerse que no desvelaría ese misterio o secreto, que al fin y al cabo consideraba el leitmotiv de sus recurrentes sueños. De su inquietud por conocer los misterios que encerraba cada evento y cada experiencia vivida, le nació un profundo amor por la investigación y por los libros y su lectura.

Eliberio, u “Olivo” como le decían cariñosamente los mayores por poseer unos ojos muy llamativos verde aceituna, era amante de la música que escuchaba con atención inusitada e imaginaba las razones que a cada compositor le movieron para lograr lo que en el contenido de las letras a veces le dejaban un gran desconcierto y otras boquiabierto.

Y como todo chico de esa edad, también era aficionado a los juegos, en especial a los rompecabezas y a los que pudieran plantearle una incógnita o acertijo. De allí su gran adicción por las adivinanzas, de las que guardaba una pequeña colección para meter en aprietos a más de un adulto a los que increpaba muy pendenciero y retador, haciendo alarde de mucha madurez en cuanto a razonamientos y deducciones.

Su inventiva para crear acertijos ya era algo común en él, y lo más prodigioso era la capacidad de asociación, en especial con la fauna y cualquier elemento del entorn; era un chico, por decirlo de cierta manera, enamorado de las plantas y los animales, así como de toda bendición que tenía la certeza descendía del cielo.

Algunas de sus muchas adivinanzas, que en sus soliloquios compuso como pasatiempo y juego, las recitaba como si se tratase de poemas en versos:

“Mi canto es estentóreo, hasta de madrugada mejor que Juan Tenorio, con docenas de enamoradas”, refiriéndose al gallo madrugador

“De un perro que es todo un mito, me viene mi apodo con maña, a los fanáticos tapo sus gritos, de ver la pecosa en la telaraña”, en referencia al portero de un equipo de futbol sobre la historia que una vez leyó del mítico perro cancerbero.

“De mi familia soy el más grandullón, pariente soy del castor y del minúsculo ratón”, adivinanza que le compuso al carpincho o capibara.

“Por la historia muchos héroes, entre ellos hay cachorros, rara es mi gran fidelidad, risas te puedo deparar, o de lágrimas yo te ahorro”, para referirse a los fieles perros que eventualmente tenía como compañeros de juego.

Desde cualquier lugar de la casa y sin detener sus quehaceres respondían sus mentores para apoyar y estimular su inteligencia y creatividad de niño precoz…

–Ese chico salió a su padre de ocurrente y refranero, todo un Olivares, muy cabal y sincero, parece que la inspiración le viene del mismo cielo –decía el jefe de la familia. Y ripostaba la matrona:

–A ese genio “ojos de gato”, yo lo adoro, yo lo quiero.

Y tratándose del empíreo, en cierta ocasión escuchó en la radio algo que lo motivó, era un fragmento de un tema musical de una ranchera mexicana de José Alfredo Jiménez, “…yo pa´ arriba volteo muy poco, tú pa´ abajo no quieres mirar…” que le inspiró para sus consabidas adivinanzas y se sentó a meditar y filosofar con tanta inspiración que muchos adultos hacían burlas de tales reflexiones y meditaciones a solas que lo comparaban con Juan Peña, el protagonista del cuento “El diente roto” del escritor venezolano Pedro Emilio Coll. Una comparación que poco le divertía y que con desdén rechazaba al saber de la moraleja que encerraba y que para nada le producía placer pretender emular el rol del protagonista de marras.

“Ya se nos puso a componer el mundo este muchacho”, decía su “matrona”, como llamaba a su tía segunda, encargada de sus cuidados y alimentación.

Escribió en uno de sus cuadernos, donde hacía sus anotaciones, hasta que dio con la adivinanza que buscaba; una vez terminada se la leyó a su mentora, que oyó con atención:

“Tan pequeñas como pequeños ojuelos, y tan grandes como las promesas. Siempre mirando hacia el cielo. Y pueden ir más arriba de tu cabeza….”

– “Bueno chico, que sé yo” –contestó la noble matrona, a sabiendas que era otra de sus muy intrincadas adivinanzas…–. Tal vez me estás tomando el pelo al disfrazarme las pulgas y los piojos con animales voladores, o no sé de qué guarandinga me estás hablando.

–Ja, ja, ja –reía a mandíbula batiente el pequeño–. De las semillas, matroncita, de las semillas, no ves que son como ojitos pequeños mirando hacia el cielo y crecen más arriba de tu cabeza cuando se convierten en una planta o un árbol.

–Mijo, con tantas ocurrencias serás como bien dijo tu padre, una promesa cumplida… Pero mejor déjate de hacerte el genio y prepárate que tenemos que ir a la parcela que te dejaron tus padres a revisar alguna parte del cercado que se está cayendo y los animales de los vecinos entran y salen como Pedro por su casa, los muy realengos.

–Así lo haremos cuando me desocupe de los deberes escolares –contestó el chico.

Lo que ocurrió ese día en esa visita a la parcela fue una experiencia digna de contar. Con mucha emoción, Eliberio descubrió en el pequeño rancho vara en tierra a la entrada de la parcela, propiedad con una superficie no mayor de un cuarto de hectárea a lo sumo, y en la poca luz que iluminada el rancho, halló unos papeles escritos a manera de jeroglíficos por su padre, donde indicaba los pasos dados acerca de poblar toda la parcela de plantas de olivo, e incluso, el lugar donde guardaba las semillas y los insumos para acometer el proyecto, y para su mayor satisfacción, tenía uno sembrado a la entrada de la parcela de unos 30 centímetros, que sería el pionero de la plantación. El proyecto en los papeles aparecía con un muy rimbombante título que le identificaba: “Una siembra en honor a nuestro apellido y nuestra estirpe de Olivares”.

Tal descubrimiento le marcaría de por vida, tanto así a pesar de terribles sequías que azotaron la región. Sin embargo, el chico, que se fue haciendo todo un hombre, creció al igual que fue creciendo la población de olivos, para los cuales utilizó todos los artificios de agroecología que consultó en los libros, de tal forma que a pesar de la escasez de agua, él se ingeniaba uno y otro mecanismo para proveer del vital líquido a su olivar. Si no podía procurarse agua de la parcela, iba donde su muy entrañable vecina a quitarle en calidad de préstamo la necesaria para el riego, y el pago lo hacía a manera de trueque o mano vuelta, ayudando en cualquier quehacer.

Se convirtió en un frecuente hábito el verle transitar hacia la parcela luego de concluidas sus actividades escolares, con el fin de atender con sumo esmero y riego en agua y en cada planta de olivo. Eran en total un cuadrado perfecto de 8x8, es decir 64, y a ello se sumaba la planta pionera que encabezaba el cortejo de un olivar tratado con las manos de un chico que se hizo experto en cuanto a su cuidado y su cultivo.

Había tenido la previsión de colocar una distancia de doce significativos pasos entre el pionero de los olivos sembrado por su padre y el olivar sembrado con el sudor de su frente y sus laboriosas manos. Los primeros años de su proyecto fueron tan duros y recios que hasta con lágrimas de sus ojos regaba su olivo pionero en un significativo y nostálgico recuerdo.

Ya con los olivos formados a una altura que iba rebasando la del pequeño, que se hizo adolescente y luego un hombre adulto, en las Navidades se le oía celebrar al frente de la parcela y al lado del pionero olivo con una conocida canción de Billo´s Caracas Boy´s:

♫ Vengo del olivo, voy pa´ el olivar, un año que viene y otro que se va ♪, como una forma de venerar la herencia de su padre, y a su vez con profundo respeto a la historia milenaria de ese árbol pionero y demás compañeros que guardaban una armoniosa distancia, de lo cual aprendió a querer como la respuesta a ese secreto de la pérdida de sus progenitores, guardar distancia en el tiempo hacia la memoria de sus seres queridos fue su lección y derrotero.

Era algo curioso que luego consiguió desentrañar. Tras un año de abundante cosecha de aceitunas se sucedía otro en el que la cosecha era pequeña, pero esto no amilanaba su atención, con mucho denuedo en cuanto a la poda y riego, pero no se alarmó, pues en sus consultas bibliográficas pudo comprobar que era un curioso comportamiento bianual de todo olivar.

Se cumpliría una frase que siempre escuchó de los labios de su vecina en la parcela, la bella doctora Maru Leal, a quien le confió sus metas y anhelos: Un día, una semana, un mes o el tiempo que sea necesario y que dure un sueño... Pero mientras podamos serlo. Como dice el jardinero, seamos felices mientras podamos

Colofón: El ver su parcela poblada del olivar y con frutos bondadosos representó uno de los motivos de su sueño unido a la felicidad que le pudo brindar el cristalizar el amor por la flora y la fauna.

 

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Amigos y estimados lectores... Denme su voto en mi cuento, hoy y si es posible, en los subsiguientes días, sólo cuatro tendrán premio en metálico. Tres de ellos serán concedidos a través de un sistema de votación que estará operativo a partir de las 11 horas del sábado 21 de abril, para que sean los internautas los que decidan quiénes son los ganadores del certamen... es el número 12 “Eliberio Olivares…” del primer bloque en esta página...http://olivar.masquecuentos.com/?page_id=2553

La fórmula escogida es muy sencilla: se podrá votar una vez al día desde cualquier dispositivo (ordenador, tablet, móvil) y cada vez que se haga habrá que elegir obligatoriamente a los 6 relatos que, a vuestro juicio, son los mejores del concurso (dado que el volumen de cuentos recibidos ha sido muy grande, divididos en dos bloques, uno de 100 y otro de 95, por cuestiones técnicas de la votación).

Por supuesto, no es necesario votar siempre a los mismos (sobre todo porque la calidad de los relatos es tan alta y hay tantos buenos que es difícil determinar cuáles son los mejores, así que se puede ir votando alternativamente por todos los que más os gusten). Para que la votación sea correcta, cada internauta deberá marcar los 3 relatos que más le han gustado de cada uno de los dos bloques creados (el primero incluye los 100 primeros textos que se presentaron al concurso, y el segundo los 95 restantes).

Atte.

Hermes Varillas Labrador

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  • Autor: Poemas Potosinos (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de abril de 2018 a las 23:54
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 16
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