Hija, llevas un tiempo diciéndome que quieres un pajarito y hace un par de semanas fui a una pajarería a preguntar por el precio de las aves. En principio iba con la idea de comprar un canario o un colorín, pero eran muy caros y al final me llevé una pareja de periquitos(amarilla ella, azul con vetas negras él) que era la especie más barata que tenían. Los periquitos son preciosos de aspecto pero no son cantores, que al fin y al cabo es lo que se cotiza en las aves. No me gusta contribuir al comercio de aves exóticas pero ante tu insistencia he claudicado. Me hubiese gustado ser un padre más estricto pero para cuatro ratos que puedo estar contigo no te lo voy a negar todo, y hasta cierto punto me pliego a tus caprichos, que por otra parte, tampoco es que sean excesivos. Tu madre y yo queremos que entiendas que no siempre se puede tener lo que uno desea, y en ese aspecto siempre has sido bastante comprensiva.
Ya sabes que no soy partidario de tener pájaros enjaulados, y hemos pactado que los soltaremos pronto. No estoy convencido de que sea una buena idea, pienso que para un animal que ha vivido siempre en cautividad, dejarlo libre de repente es como firmar su sentencia de muerte. Cuando pasen un par de meses, quizá se los llevemos al encargado de mantenimiento del parque para que los meta en la pajarera. Allí tienen más espacio para moverse y los podrás ver cada vez que vayamos. Ahora el parque está en obras, ya que lo están reformando y seguramente en todo este año no podamos ir. Seguro que se me hará larga la espera y una vez abierto ya no será como antes, ya que las atracciones en las que has pasado tantas horas de entretenimiento las van a cambiar por completo. Tengo entendido que van a tapar la tierra cubriéndola con suelo de baldosas y piso acolchado. Uno de los mayores divertimentos de los pequeños es jugar en la tierra y hasta de eso os van a privar, que remedio, tendremos que modernizarnos y seguir el ritmo de los tiempos que nos toca vivir. Por un momento temí que quitasen tambien los animales, pero por suerte no. La pajarera no la van a tocar y los patos se los han llevado para reparar la poza, que con el tiempo se había agrietado.
Que alegría te llevaste cuando viste a los periquitos, nada más recogerte del colegio te comenté que tenía una sorpresa para ti y durante el camino a casa ibas muy agitada. ¡Papá dime que sorpresa es! No se pueden revelar las sorpresas, mi vida, si no dejarían de serlo. ¡Ay papá, dímelo porfa! Y así fuiste todo el trayecto. Lo mejor de las sorpresas siempre es el momento previo, desde que se tiene conocimiento de que algo bueno va a ocurrir, hasta que al final ocurre. Ese momento de excitación en que lo bueno está por llegar. La incertidumbre que abre un abanico de posibilidades barajadas por nuestra mente. Es como la felicidad, uno no se percata de que está siendo feliz en el instante en que la vive, si no cuando ha pasado un tiempo y desde la perspectiva temporal te das cuenta de lo feliz que fuiste en cierto momento. Al menos así me ocurre a mí. Las sorpresas no siempre son alegres, también las hay negativas, y espero que no tengas muchas de este tipo a lo largo de la vida.
Lo primero que te pedí al mostrártelos es que les pusieras nombre. Antonio y Paula, papá. Muy bien, hija, me gustan sus nombres. De vez en cuando cerramos la puerta del salón y los soltamos dentro para que puedan revolotear entre los muebles y de ese modo desentumecer las alas. Colocas la jaula en la mesa y les abres la puerta. ¡Antonio y Paula, fuera de la jaula! ¡JAAAA! Vas a ser poeta hija, ya apuntas maneras. Como te levantas temprano para ir al colegio, me gusta que duermas un rato después de comer. Y así lo hacemos los días que pasas conmigo. Desde hace 6 meses, de lunes a miércoles, te recojo del cole y pasamos la tarde juntos, hasta las 7 u 8 que te llevo con tu madre. Son los días que me permite el trabajo, no me puedo quejar, pues ha habido periodos en los que no te podía ver tanto. La semana pasada, un día, cuando habíamos terminado de comer, decidiste soltar a los periquitos en el salón mientras dormías. Les abriste la jaula antes de recostarte en el sofá y cuando estabas adormilada, ellos empezaron a formar escándalo. Para quien no lo haya escuchado, el sonido que emiten los periquitos es parecido al de las cigarras, algo así como el rechinar de una puerta vieja. Ante la molestia que te impedía caer rendida en brazos de morfeo, te incorporaste, y alzando la voz: ¡Pajaritos, silencio, no quiero oír ni pío! ¡JAAAAAAAAAAA! Papá, ¿de qué te ríes? No me hagas caso, hija, tu padre está medio tarumba. Tú no eres consciente de ello, pero si supieras la ocurrencia involuntaria que acabas de tener...Lo de no quiero oír ni pío es una frase hecha que se suele emplear por esta zona para pedir silencio, pero al decírselo así a los pájaros, has dado en el clavo, hija. Es la maravillosa espontaneidad de los niños. No se si porque te entendieron, o bien porque se asustaron de mi estrepitosa carcajada, el caso es que los animales no volvieron a rechistar en toda la tarde.
Hijica, algún día desplegarás las alas y echarás a volar, es ley de vida. Pero mientras tanto quiero disfrutar al máximo de ti y embeberme de tu alegría como un terreno yermo que necesita la lluvia para poder florecer.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de abril de 2018 a las 18:44
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
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