Ariadna, ¡no te olvides del hilo!
Necesitas recordar la ruta
para encontrar la mística fruta
del sensible verso que hoy te esquilo.
Tu lago, dulce, suave, tranquilo,
al minotauro ya no se ofrenda...
has recobrado la íntima prenda
nacida lejos de Creta y Milo.
Con ella, escapa del laberinto
que aún reposa en tu corazón.
¡Ariadna! ¡ Rompe el amargo cinto
que te amarra a la desilusión!
¡Bebe la fragancia del jacinto
que siembra en el alma una canción!
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