A Medardo Ángel Silva, poeta modernista ecuatoriano,
in memoriam
En mi tierra ecuaroriana,
tierra fuerte, tierra sana,
yo paseaba una mañana.
En el cielo terso y suave,
con solemne y gesto grave
se paseaba un majo ave.
En un viento de justicia,
yo sentía la delicia
de aquél cierzo y su caricia.
Unos versos componía
en mi seso. ¡Gloria mía!
Me impregnaba de alegría.
Y ahí que tuve la ventura
de encontrarme una hermosura
de una faz de virgen pura.
A la entrada de la viña
(no recuerdo: ¿en la campiña?),
medio adulta, medio niña,
vi una icónica y hermosa
campesina, pudorosa
cual el tallo de una rosa;
tan angélica y silente
que quedé mudo, inconsciente
y prendado de repente...
Como soy poeta errante,
quise amarla en ese instante
con mi verso más brillante.
Quise amarla y de rodillas
ofrendarle redondillas
entre flores amarillas.
Y sin más cavilaciones
decidí, versos y sones,
desplegar antiguos dones:
"Me presento, soy Medardo,
soy gentil, también gallardo,
y a sus plantas simple bardo".
La gentil guayaquileña
sonrióme y se hizo dueña
de mi ánima sedeña.
Sonrióme y enseguida
fue la dueña de mi vida,
que tornose florecida.
Me olvidé de mis abrojos
al mirarme yo en sus ojos,
¡y deseé sus labios rojos!
(Son los labios de mujer
que te invitan, no a querer,
dulcemente a perecer).
Y ahí sentí por vez primera,
en sus labios de hechicera,
de la muerte la quimera.
- Autor: Antranik Manoukian (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 2 de mayo de 2018 a las 05:32
- Categoría: Amor
- Lecturas: 12
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