Sala de espera

Esteban Mario Couceyro



El pasillo, se abre angosto, flanqueado de puertas que ignoro, en búsqueda de la que me corresponde entrar.

Sabiendo que la puerta es libremente franqueable, entro y saludo con la cortesía habitual.
Todos, unas diez personas, me responden con igual modo, con el mismo gesto ausente, que yo mismo impongo en esos casos.

Busco una silla y me siento, tratando de mirar la nada, evitando los cruces de miradas, ya que difícilmente podría iniciar una conversación de circunstancias.

Pero algo fuera de lo común, pasó de la sensación, a ser una extraña realidad, todos los presentes eran iguales a mí.

Simulé indiferencia, hasta que giré la vista y enfrenté a mi acompañante, quién simétricamente hacía lo mismo con un esbozo de sonrisa cargada de indiferencia, tal cual hago yo mientras espero.
Nos estuvimos mirando por unos instantes, él con una sonrisa amable, mientras que a mi, poco a poco me afloraba un inevitable llanto.

Salí huyendo de la habitación, mientras se oían las estruendosas risas que dábamos, los que nos quedamos esperando.



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Comentarios3

  • Ӈιρριε Ʋყє ☮

    En los tiempos en los que se creía en la infinitud del Universo era lógico pensar que, dado que la combinatoria es finita, habría otros lugares en los que otros yoes hacían cosas iguales o parecidas.

    También se llegó a pensar que el Universo era eterno, y por lo tanto lo que ocurrió volvería a pasar, con todas sus variantes posibles.

    Derrumbados estos mitos, hoy echamos mano al Multiverso, siempre con el mismo propósito: el de vivir todas las vidas.

    Tal vez eso nunca sea posible para el común de los mortales, pero es un lujo del que gozamos los poetas.

    Vivimos todas las vidas en nuestra obra. Somos lo que nunca podríamos ni pudimos ser. Existimos en nuestros personajes.

    De vez en cuando, en una encrucijada, pasamos un rato, agradable o no, con ellos. En una sala de estar, en una de las incontables puertas que abrimos, sabiendo que el acto de cruzar un umbral es, siempre, la negación de todos los otros umbrales que nunca cruzaremos.

    Excelente metáfora de nosotros mismos la que has escrito.

    Un abrazo

    • Esteban Mario Couceyro

      "Vivimos todas las vidas en nuestra obra", tenés razón en esa frase, tenemos y somos cada uno de nuestros personajes y por tales vivimos esas vidas paralelas, creando universos.

      Viniendo al caso, te transcribo un mensaje que en anterior oportunidad, le mandé a una apreciada amiga, de este sitio, Beatriz Blanca y refiere a esos personajes que habitan en uno.


      Querida amiga, somos los personajes, él desde hace un tiempo trata de ignorarnos, inmerso es sus problemas económicos. Pasa el día entre números incomprensibles, como un Dios que para demostrar serlo, debe modificar su propia realidad (planifica unas eternamente postergadas vacaciones).
      Todos estamos reunidos al rededor de la mesa y yo, he abierto la página que trae tu mensaje.
      Por lo visto, te ha mandado deseos de mejora (que hacemos extensivos), siempre tan circunspecto y formal.
      Nosotros, cada uno de nosotros es tan distinto a él, por ejemplo yo soy el personaje eternamente enamorado de ideales que lastiman (el preferido de las damas), a mi lado está, el que ha vivido la guerra y habiendo matado, no puede superarlo (la mayor de las víctimas).
      En frente, está el suicida que revuelve eternamente su café, pensando en la reacción del otro ante su vertiginoso abismo (este tipo me perturba).
      Frente a la ventana, está el taciturno, mirando la nada quizá pensando como realizar un truco que sea maravilla, que transforme la agobiante realidad, que los demás vean…, en definitiva su fantasía.
      Todos, son muchos los personajes, pululan por el lugar buscándolo a él, en busca de su atención, en búsqueda de vida.
      A propósito, veo que él llega y se dispone a sentarse frente a la computadora, su rostro denota preocupación busca la página en que ya estoy. Los ojos se sorprenden y no comprende cómo ya está tu mensaje en pantalla…, lo está leyendo mientras el rostro se distiende aliviado, seguramente por las razones que te tienen ausente ( él siempre piensa que las dudas y el desconocimiento, son inquietantes malas razones).
      Ahora, mira hacia la ventana, quizá recuerda su propia experiencia, muy similar a tu problema, que hace tiempo lleva con la resignación de un combatiente de varias guerras (él ha vencido el dolor, negociando un verdadero armisticio en la mente). Sus ojos se ponen vidriosos, mientras tensos se contraen los dedos frente al teclado.
      Te dejo querida amiga, no puedo verlo así, él debe ser fuerte, dependemos de su equilibrio, que su vida sea nuestra propia vida, aunque nos ignore cada tanto.
      Mejórate.

      Te mando un abrazo, con los brazos de cada uno de mis personajes.
      Esteban

    • larisadelesqueleto

      La cuestión de la identidad
      ¿Quién soy yo? Y mis otros yoes detrás del espejo
      Interesante lo que apuntas en este bien construido escrito

      un abrazo

      • Esteban Mario Couceyro

        Aveces la vida se transforma en un confuso juego de espejos y eso le ha pasado a este personaje.
        Un abrazo.
        Esteban

      • Carlos Eduardo

        Experiencias del tercer tipo.
        Un abrazo poeta

        • Esteban Mario Couceyro

          Desde afuera parece loco..., el asunto es verlo en primera persona...
          Un abrazo.
          Esteban



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