Me asomo a la primavera
para contemplar con detenimiento
su dispendio de color.
Un soplo de brisa espolvorea
la burbuja de diente de león.
Sus semillas abren el paracaídas
y maniobran
tratando de evitar caer en la roca.
Las rosas ya han salido de su aguijón
para ponerse el corpiño
antes de completar su transformación
y lucir el vestido de volantes.
La mariposas desempolvan
sus alas para entrar en bucle
y deshacer las turbulencias.
A la arácnida margarita
no le importa que la metalizada mariquita
merodee por su abdomen,
ya que la ha de librar del corrosivo pulgón
en una armoniosa simbiosis.
Se enreda por los límites del jardín,
para envolverlo con su fragancia,
el perlado jazmín.
Van rebotando en el suelo
como emplumadas pelotitas de goma,
entre la intensa yerbabuena,
los irreductibles gorriones.
A orillas de la vereda
tintinean, acompañando al jilguero,
lilas campanillas de trémulo badajo.
El suave sol con su cincel
se esmera en tallar
los pétalos rizados
de un eléctrico clavel.
Una luciérnaga fugaz
ha cruzado el cielo en su último esfuerzo
por aparearse con alguna estrella.
la pálida higuera va revistiendo
sus esqueléticas ramas
con sus palmípedas hojas
y su flácido fruto.
El negro nispolero no muestra
signos de agotamiento
a pesar de cargar sobre sus espaldas
infinidad de soles de hueso escurridizo.
Los mártires ciruelos exhiben
con orgullo, sin quejarse del dolor,
sus esféricos hematomas.
Un gusano muy estirado
se ha atrevido a horadar
la aterciopelada piel de un melocotón,
atravesando asimismo su corazón.
La escaladora parra construye
su barricada para protegerme
de los rayos verticales
del despiadado estío.
En el cerezo ya enrojecen
sus delicias emparejadas
preparándose para desarmar
al paladar más exigente.
¿Qué tendrás, primavera,
que hasta las liebres
saltan las lindes tratando
de cortejar al águila?
¿Qué enigma guardarás
que he sentido una sutil caricia
cuando he abrazado al cacto?
Es tanta la belleza que encierras,
que no me cabe en los sentidos.
y de tanto abrir los ojos
se me han salido de las cuencas
y ruedan colina abajo.
Veo tus colores girar a una velocidad
tan vertiginosa, que se mezclan
en tu lienzo natural
haciéndome creer que tengo ante mí
un cuadro impresionista.
La gota templada (20 de octubre de 2018)
Vamos escribiendo a trancas y barrancas episodios de nuestra vida en común, hija. Esta mañana me he levantado temprano para trabajar un rato en la granja, pero como estaba chispeando y el cielo amenazaba tormenta, he llamado por teléfono a Ginés para comunicarle que no iba, pues la faena que tocaba hoy era en el exterior, y como no urgía, me he quedado mirando la lluvia caer. Como las predicciones meteorológicas avisaban de tormentas para hoy, ya habíamos acordado que si al levantarme llovía, lo dejaríamos para otro día. Al final la gota fría prevista, que supuestamente iba a descargar un hectómetro cúbico de agua por metro cuadrado, ha quedado en gota tibia con lloviznas dispersas. Pero bueno, no podemos quejarnos, pues desde que comenzó el otoño, los datos pluviométricos no son malos, lo que garantiza una primavera espléndida, a poco que llueva de aquí a su llegada. Mucho me temo que las avionetas rompenubes han estado haciendo de las suyas estos días. Siempre me he mostrado excéptico en cuanto a las teorías conspiranoicas se refiere, y lo de los aeroplanos a sueldo de las compañías aseguradoras, que para evitar las granizadas y así eludir la posibilidad de tener que pagar indemnizaciones millonarias, disolvían los diluvios, me sonaba demasiado fantástico. Sin embargo, conforme pasan los años, me lo voy creyendo casi todo.
Días atrás, le dije a Ginés que si podía darme un conejito para tu prima Ainara, pues tenía el capricho de tener uno, y hoy a media mañana, cuando ha parado de llover, me he pasado por la granja para llevármelo, y me ha dado uno precioso, blanco moteado de manchas grises. Todo un detallazo. Cuando lo he recogido, he ido a la ciudad a pasame a por ti para llevarte con tu prima, y al enseñaros el conejo, os habéis llevado una alegría tremenda. Lo cogíais en brazos y lo achuchabais de tal manera, que por un momento pensé que lo ibais a espachurrar. Tu prima es 3 años mayor que tú, una diferencia que a vuestras edades resulta abismal, a pesar de lo cual congeniáis de maravilla. Siempre has conectado bien con niñas mayores que tú, entre otras cosas porque todas tus primas te aventajan en edad. Ella también disfruta de tu compañía y te cuida mucho. La verdad que es una niña adorable. Nunca le he visto mostrar un atisbo de celos o envidia para contigo. Aunque siempre que estáis conmigo, os trato por igual, intentando que no se me note demasiado el evidente vínculo afectivo que nos une, es increible el respeto con el que te trata y la madurez que demuestra a sus 7 años.
Habéis estado un buen rato jugando con el conejo antes y después de comer, y a media tarde os he llevado al parque. Hace un par de meses que han reabierto el parque de los patos tras unos meses de reforma y lo han dejado precioso. Han dejado muchos juegos de los que había y han incluido otros nuevos, han reparado los desperfectos causados por el paso de los años, han hecho una poza nueva para los patos, han renovado las mesas y los bancos... En definitiva, ha sufrido un gran cambio para mejor. También han delimitado una parcela el la que han echado arena limosa, como de playa pero más blanca, donde podéis jugar descalzos. El único pero que le encuentro, es el hecho de haber substituido el anterior cesped natural por uno artificial, aunque dada la escasez de agua que tenemos por aquí, es razonable el cambio, pero en general, ha quedado todo muy bonito. Las ocasiones en que hemos ido desde su reinauguración, estaba atestado de niños que disfrutaban de su ocio mientras sus padres trataban de no perderlos de vista. En cuanto a ti, llevas unos meses diciéndome que no quieres ir a parques cada vez que te pregunto. Hija, mucho me temo que te tengo ya saturada de parques, nos hemos recorrido todos los de la ciudad y ya te los conoces de memoria. En cambio, cuando estás con tu prima, siempre te muestras encantada de ir, y cada vez que os llevo, os liáis a correr y a jugar en sus atracciones de una manera tan agitada, que cuando intento seguiros, siempre termino agotado, sentado en algún banco. Me pregunto como podéis reunir tanta energía los niños.
Al llegar al parque, este estaba cerrado, aunque curiosamente, había algunos niños dentro, y mientras intentaba adivinar como habían podido entrar, ya estabais vosotras dentro también. Las lluvias caídas desde ayer no han sido torrenciales y el suelo ha drenado bien, evitando la formación de charcos, pero el ayuntamiento quizás decidiera cerrarlo estos días ante la amenaza de tormentas. Al cuestionaros por vuestro modo de acceder al interior, me habéis señalado la improvisada entrada... Está delimitado el parque por una valla perimetral consistente en pilares de hierro colocados cada 5 metros, más o menos. Los pilares están unidos, tanto en su parte superior como inferior, por 2 barras también de hierro. Y a estas barras se encuentran soldados barrotes verticales, distanciados entre ellos unos 15 centímetros. De manera que un niño no se puede colar por entre los barrotes. Pero hete aquí que los pequeñajos, que todo lo urdís cuando os proponéis algo, os habéis percatado de que el pilar de una esquina está más separado de lo normal del barrote contiguo. Lo justo para que un niño se pueda colar. Y por el único resquicio posible en 200 metros de valla, alrededor de una veintena de niños os habéis ido metiendo, y los padres esperábamos fuera. Ya que estabais dentro, os he permitido quedaros unos minutos, aunque no me sentía tranquilo, pues ante una posible caída en la que os lesionéis, sería complicado para un adulto entrar a socorreros de urgencia. Mientras le daba vueltas a todas estas cuestiones, ha llegado una niña que al ver entrar a sus amigos, pretendía entrar ella también, pero estaba un poco rolliza y solo podía meter el brazo y la pierna. Tantas ganas tenía de alcanzar sus juegos, que ha forzado demasiado y en un momento determinado se ha quedado atorada, lo que no le permitía ni seguir avanzando hacia su fin, ni retroceder. Al final se ha quedado fuera y la verdad que a uno se le caía el alma al suelo viendo a la pobre pequeña agarrada a los barrotes, desde el exterior, mirando como los niños se divertían dentro, hasta que ha roto a llorar.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de mayo de 2018 a las 08:51
- Comentario del autor sobre el poema: La época del año que menos me gusta es el verano, seguramente porque cuando llega, sé que tengo que esperar 9 meses para ver otra primavera.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 71
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.