Sin deseos que desear

Esteban Mario Couceyro



Te levantaste al amanecer

el sol audaz

te iluminaba el cuello.

 

Celoso quise retenerte

en una caricia

que recorrió lentamente

la espalda desnuda.

 

Quedaste detenida

levantando los brazos

estirando el cuello

volcando la cabeza atrás

dejando que abrace por detrás

ese cuerpo anoche amado

abordado, gozado y hecho mío

en nacimientos del universo

que fue esta vez nuestro.

 

las cabezas se mezclan

mientras mis manos escalan

las montañas albas

iluminadas por el nuevo sol.

 

Nos decimos palabras bellas

para nada nuevas

que emergen como las estrellas

de la última noche

en la que ya concluida, te amé.

 

Tus manos, toman mis cabellos

y en un giro planetario

conjugamos ese beso

el último y definitivo

de miradas abiertas

queriendo retener

esa maravilla, que poco se da

que es el amar sin historias

contadas ni por crear.

 

Solo una despedida

quizá unas lágrimas

y las manos que se deslizan

entre ellas

por ese camino que es del otro

y que queda abandonado

de lo que por no querer

solo se pudo amar

con la fugacidad

de las estrellas que dejo pasar

sin deseos que desear.

 

 

  • Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 7 de mayo de 2018 a las 10:31
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 24
  • Usuarios favoritos de este poema: larisadelesqueleto
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Comentarios +

Comentarios2

  • larisadelesqueleto

    Amar sin historias. Y que lo que no se quiere, sólo se puede amar. Que interesante. Pintura escogida para la sublime amanecida que cuentas en el poema.

    Un abrazo

    • Esteban Mario Couceyro

      En la infinidad de posibilidades del amor, está el de ese amor efímero e intenso.
      En lo personal, me resulta dificil digerir, una realidad tan efímera del amor.
      Te confieso, que ante la figura, solas surgieron las palabras que hilaron la historia.
      Un abrazo, agradeciendo tus palabras.
      Esteban

    • Carlos Eduardo

      Amores que mueren nunca des-fenecen.
      Un abrazo

      • Esteban Mario Couceyro

        No creas, las brasas quedan y le puede pasar como al ave fénix..., a menos que "sobre llovido, mojado".
        Un abrazo.
        Esteban



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