Sobre mi vieja Julia Abadía

Abad Master

Sobre mi vieja Julia Abadía

 

La madrugada mercadeaba silencios, sentada en la quietud del alba y mirando muy quedamente la rebeldía del mar golpeando las rocas, la tristeza de la mujer aumentaba... su esposo pescador ya tenía dos semanas desaparecido. Tenía una expresión vacía como si el alma le hubiese sido desplazada, nerviosa e ignorante de sí misma. Apoyada en los recuerdos de su juventud temprana abrió la puerta de la melancolía, mientras su espíritu afinaba un instrumento peligroso y de mucho dolor. Comenzó un penoso viaje hacia el mar de la resignación perdiéndose en esa calle abierta desde siempre, buscando el mundo de lo real…

 

Una fragancia a violetas y cirios apagados le llegó a mi madre envuelta en un retorcido viento demente un 4 julio de 1956. Era la inequívoca señal de que mi padre se había marchado definitivamente de este plano. Allí estaba mi madre en la pequeña casita de playa frente al Mar Caribe, 27 años, negra, mujer sola, con un infante de apenas 2 años y el vientre repleto con un nuevo ser deseoso de hacer su incursión en la vida de los sentidos y las emociones.

 

Un amor de sabiduría quizás milenario empezó a regir toda su vida desde entonces. La desgracia le permitió ver el propósito para el cual hizo su aparición en la Tierra. Debía trocar el dolor de la pérdida de su esposo por el del sacrificio de toda una vida dedicada a sus dos hijos. Escarbó dentro del cofre de herramientas en su espíritu para auscultar con qué instrumentos contaba para hacerle frente a este monumental reto, que a todas luces no parecía fácil. Haciendo silencios en el alma… encontró lo que necesitaba, grandes cantidades amor… amor constante, eterno como el paisaje de mar frente a su ventana, incondicional que como el tiempo sabía esperar, unido a una inteligencia poco común que le serviría para enfrentar y sobreponerse a cualquier escasés o vicisitud en el orden material.

 

La familia ayudó en la crianza de los infantes y ella se alejó un tiempo con el corazón en la mano, para adentrarse en sus estudios de secundaria y universitarios con los cuales entendía sacaría a sus hijos de la pobreza material y la estrechez en la que vivíamos. Jamás descuidó en el exiguo tiempo que tenía para compartir su rol y papel de madre, siempre hubo cariño, amor, tiempo de calidad, abrazos en los cuales mi hermano y yo podíamos refugiarnos en esa fragancia tan especial que tienen las madres, esa que permite al hijo acurrucarse en la calidez del regazo y no querer nunca apartarse, abrazo que significa seguridad, bienestar y sobre todo amor sin condición alguna.

 

Aquí la recuerdo con sus ojos rasgados escondidos en una leve miopía, su cabello crespo producto del legado africano, su afable y festivo carácter de madonna antillana, su dicción perfecta tanto en inglés como español y sus conversaciones salpicadas de aforismos, refranes y máximas. Aquí la recuerdo con sus regalos de fin de semana, libros. Cómo olvidarla si su amor permitió encarnarme nuevamente a esta vida para crecer y agregar virtudes de las que mi espíritu adolecía y ella tuvo a bien enseñarme o guiarme. Cómo olvidarla si el cordón de plata y amor que une nuestros espíritus sigue intacto. Cómo olvidar el perfume de flores que invadió mi habitación 3 días después de su viaje rumbo a las estrellas para consolar la amargura de su partida.

 

Vieja, yo sé que vives ( Dios no es Dios de muertos y sí de vivos), no sólo en mis recuerdos y sí en algún lugar tangible y real del universo infinito…te amo vieja.  Regresaré a ti una de estas tardes y juntos repasaremos lo que ha sido mi vida, para ver si aprobé el curso en el que tú y el Creador han sido mis maestros.

  • Autor: Abad Master (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de mayo de 2018 a las 12:36
  • Comentario del autor sobre el poema: Relato sobre la vida de mi madre, por celebrarse en PR el Día de las Madres
  • Categoría: Fecha especial
  • Lecturas: 59
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