Lejos de la Soledad

Las lagunas en tus ojos derraman agua salada, como el mar, estrepitosamente sobre tus mejillas. Largos pliegos de tierra se extienden debajo de ellos, como sombras que no se borran con el viento. Y te miro intensamente en el fondo del vacío de tus pupilas, sin vida, confundida... Los latidos del carbón que me da vida quieren apresurar la marcha del anden y ofrecerte un asiento dentro de él, pero no hay combustible, no encuentro fuerzas para ofrecerte siquiera un poco de té. Me regresas la mirada, me ves pálido y derrotado, me analizas, ves dentro de las mentiras, de mis horas donde no existe el sueño... Y me detestas. Busco tus manos, me pierdo en sus detalles, envuelvo una sonrisa y te la obsequio sin pensarlo, tomo asiento donde suelo hacerlo, a la izquierda, siempre enfrente tuyo, mis brazos recargo en la madera que logra separarnos, la barrera se extiende y fortalece mi amargura, entre hilos cuelga mi garganta, no se tensa, estoy mudo, el solo indicio de que aún vivo es la brisa que emanan las cascadas que escapan de tus retinas... Y te quiero. Te quiero tanto que embargaría mi vida para secar tus penas, te quiero tanto que se estruja mi interior cuando la nieve congela tus mejillas, te quiero tanto que los días son años en tu ausencia... Pero así será. Así será por siempre a partir de aquel Septiembre, el tiempo pasa y la barrera se endurece, los recuerdos se olvidan, pero en mi siempre vivirán los momentos más bellos de mi vida, aquel abrazo que te dí, las risas de tus labios, las horas que en conjunto nos fumamos... Un sextete de meses maravillosos. Finalmente iré a que la Luna me arrulle, a que el mar me cante, que las estrellas me hablen... Mientras, ve a que la noche te tape, que el céfiro te acaricie, que los sueños te arropen en algún lugar, lejos de la soledad...