EL FUEGO DE LA ESPERANZA

Gerardo Barbera

 

24

 

Veo en los ojos del animal  el pánico de los condenados,

uno de los niños lanza a la pobre rana

por encima de los árboles, y eso fue todo.

“¡Señores, buenos días, disculpen que les robe

un minuto de su tiempo, mi Hija está enferma,

necesito comprar medicinas!”.

El agua en la calle es sucia,

Todos creen que soy un borracho

de esos que inventan historias,

la rana suspendida en el aire,

tengo sed, no puedo olvidar el vuelo de la rana.

 

25

 

Palabras devastadas, la tristeza en cada frase,

el silencio, los giros de luces que llegan de la calle.

Mis manos tendidas, sin rostros en mi mente,

sin odios, sin resentimientos, sin dolor,

"¡Gracias, y que el Señor se los multiplique!".

Es como caminar sobre escombros,

nada me sostiene, siento cenizas en todo mi cuerpo,

creo que todos me miran, no hay una sola brisa que no me toque,

quiero llegar a la casa, bañarme,

siento que resbalo, tengo miedo de perder cada moneda,

me levanto, creo que es suficiente por un día,

el sol seca mi frente, no quiero saludar a nadie.

 

26

 

Zapatos viejos, arroz y mantequilla,

arroz y huevo, arroz y agua.

Un par de calcetines, dos pantalones, dos camisas,

quiero recostarme, dormir.

¡Qué soledad, Dios!, los años me aprietan,

estoy tan cansado, mi cuerpo se dobla,

Mi Hija Canta algunos salmos,

yo cuento monedas, mis manos están viejas,

no me fue mal, desde cuándo tengo tantas grietas,

soy una silueta que apenas mueve sus alas.

 

27

 

Dios, sólo me falta la botella de licor barato,

dejarme arrastrar mar adentro.

Ella, mi Hija, no sabe nada,

no sabe de mis zapatos sucios,

que nadie le cuente, en su ventana

sólo vuelan mariposas de colores,

yo llevaré  los lirios a su cuarto,

tendré que sonreír y abrir el azul de las olas,

hablaré de lo bien que me va en el trabajo,

de lo sencillo que ha sido todo,

sólo espero que no venga el viento de la calle,

que mi Hija no se entere de mis zapatos sucios.

 

28

 

Las dos hojas, el ave en la fuente.

La vida es así, ese fluir impersonal

sin rumbo, sin rostros,

y nos aferramos con todo nuestro ser

a cualquier roca para no caer.

No me encontrarán rendido, ni con las alas muertas.

cabalgo entre en medio del diluvio errante,

ajenos son los pasos que me siguen,

toco todas las puertas construyo rumbos

a los cuales llevar todo este peso,

encontraré esas sombras invisibles

de las que todos hablan.

 

29

 

Ahí está mi Hija tocando las flores,

soñando entre el follaje de los naranjos.

Ahí está mi Hija en la silla de ruedas,

dulce, firme, de a poco llamando a la vida,

su mirada al frente, como esas corrientes invencibles,

contemplo el aire silvestre, el cielo está ahí,

el mar está ahí, la fantasía asoma sus pétalos,

mi Hija lanza un puñado de hierba

y el aroma cubre la perfecta armonía del infinito.

 

 

 

30

 

Cuidé cada espacio, sus rosas,

las que sembraron Ella y la Madre,

se acercó al rosal, me miró, su voz :

"¡Gracias, papá!" Me abrazó.

Despierto de la noche triste,

agito las hojas de mi cuaderno, nada tengo,

pero esta alegría tan parecida a la locura

me agita y el viento sobre las velas,

el sol en la cara, el cielo me invade,

nada podrá detener el fuego de la esperanza.

 

  • Autor: Gerardo Barbera (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de mayo de 2018 a las 13:28
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 17
  • Usuarios favoritos de este poema: Amalia Lateano
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Comentarios +

Comentarios1

  • Amalia Lateano

    Tus versos son siempre tan preciosos
    El reflejo de quien eres, son construidos con letras bruñidas.

    Muchas gracias, hermana de letras,

    Saludos.
    Amalia

    Amalia



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