LOS VECINOS

Gerardo Barbera



 

31

 

Todos la saludan, la arena entre sus dedos, el sol en la piel,

Ella toca el horizonte, las mariposas salen de la oscuridad,

llegan recuerdos, amigos y  juegos,

Ella sonríe, lanza un puñado de arena lejos, muy lejos,

y su mirada persigue el silencio de las olas más altas,

donde se confunden el rocío y las estrellas,

sé que nacerán lirios en el jardín,

y mi Hija se vestirá de claridad

con el canto salvaje de las campanas,

regresarán triunfantes las rosas perdidas .

 

32

 

Los vecinos, la calle,

besos en la mejilla, esa alegría.

Mi Hija salió del cuarto, en su silla,

saluda a todos, y el tiempo en Ella estaba inmóvil,

el cuerpo herido en un alma tan blanca,

nada derrumba la sonrisa,

me oculto en mis temores enfermizos,

la señora que siempre reza, la del rosario en la clínica,

rompe en lágrimas de alegría, tal vez sea un milagro,

no siento emociones, se marchita el alma,

quiero verla correr por los campos,

y arrojar la silla a otro lado del mar,

donde el viento azota sin piedad mi espalda hecha pedazos.

 

33

 

La Madre, el Hermano dejan la piel en el jabón

la vida se les va en mirar la ventana,

en una botella de cristal llegan los corazones,

los dos están lejos, y están aquí, a mi lado,

en cada pared de esta casa, puedo sentir sus voces,

tal vez, Ellos me hablen, y mi Esposa me recuerde,

sus manos se agitan entre platos y espinas,

tienen los ojos cansados y lloro esta miseria,

ni el silencio más profundo alivia mi pesar,

qué vida es esta, me doblo hasta el polvo,

me visto de cenizas, y nada alcanza,

las noches y las mañanas son tan viejas,

no me queda nada que vender,

y mi Hija ha salido del cuarto y quiere volar.

 

34

 

Lo que busco en la trascendencia se agota,

lo consagrado no regresa, se agota,

dejaré que mi alma busque el refugio,

el mismo viento, las hojas que ruedan, el mismo final.

Vuela el pensamiento con mi rostro en las pupilas,

un soplo de cenizas cubre las piedras agrietadas,

no encuentro la luz mágica que florece,

no tengo en mi bolsillo la medalla de la primavera,

tengo en mi hábito el sabor sin música y transparente

de una voz no escuchada,

de una plegaria que se ha quedado en el aire.

 

35

 

No voy a rendirme, no dejaré que los lirios se marchiten,

caminará, lo juro, no sé qué hacer,

pero sus huellas, dejarán un sendero,

libélulas triunfales llevarán sus pasos a la otra orilla del mar,

se consume el tiempo en esta Casa,

el verde se seca, los pétalos duermen escondidos,

trinos enredados que ya no escucho,

los nombres de aquellos niños se perderán en mi dolor,

nada es fácil, Hija mía, me cubriré de esta niebla,

es tan suave el viento, el sol toca mi piel,

he perdido tanto cabello, construiré esa barca,

habrá primavera, caminará, lo juro, aunque me quede sin alma.

 

36

 

Hoy cae la lluvia, sin cantos, solitaria,

la radio en el aire, los pasos de mi Madre,

ese aroma al despertar, "pequeño amor, pequeño y grande",

mi escuela, "apúrense, que van a llegar tarde"

ya estoy cansado y esa canción, la recuerdo,

en vano los suspiros , será densa la sombra,

no hay deseo fugaz que me detenga,

el surco desconocido ha llegado,

encenderé la luz del nido, cerraré las puertas,

no importa que se duerman las rosas.

 

  • Autor: Gerardo Barbera (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de junio de 2018 a las 13:04
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 12
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