Reloj de arena
El vórtice desnudo sin necesidad;
devorándose él mismo, tan solo porque sí,
no conoce de tristeza, nunca fue feliz.
contuvo en sí toda la vida, sin respirar.
Cada grano de los días que dio a luz,
es un grillete para el ciego, que vio más allá,
de la celda de esa voz que no supo callar.
Se cuadriculan los otoños como un ataúd.
A oscuras en mi cuarto susurré ese nombre,
que no tiene rostro, ni cielo, ni fuego;
las letras desechables de un ego,
que domesticó a la razón ajada de un hombre.
Un hombre: polizón de un tranvía que no para;
no, hasta que tenga que parar.
Y aunque embotelle sueños para regalar,
despuntará el sol cada mañana.
Pasos, pasos y más pasos,
bajando por la cintura de cristal,
de un castillo que secuestra al bien y al mal,
y engarza “todo” como a un niño en sus regazos.
A oscuras en mi cuarto susurro aquel nombre,
mientras bebo tinieblas de una copa,
que anestesia al recuerdo de un hombre,
y lo que queda de su poesía rota.
- Autor: Johan Molobo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de junio de 2018 a las 22:17
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 49
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