Asida va de la gracia la desgracia; la ruleta que impulsa los dedos del destino desmentido en la ilusión de su carnaval...
Una máscara dispuesta en la faz ajena. La canción repetida de las malditas faenas.
Un beso que hace un lustro, abrazaba, y hoy, sólo besa a sus espaldas. Un abrazo comprometido con el sueño del nunca despertar; del silencio que llora mientras su alarido se ríe en la gota desdibujada del desencanto ancestral.
No predice siquiera la noche, pues imposible es tejer presente y girar rueca en reversa, ni desnuda al día su profecía cuando no desea el discurrir de las cortinas... La pólvora aún tibia, impregna de injusticia a la convocación de un joven relicario. Húmeda le va la causa a causa de sus tristezas; tristezas antiguas bajo esa nueva cera... que no menguan; que derriten la verdad breve al calor de la lupa convexa...
Es el daño, el ignorado. Su recriminar es la posesión de lo despreciado. Es la lluvia que no era nube y la melodía ayuna de nota. Es arrancar a golpe puro, el afiche numerado del almanaque y suscribir con tinta, las piezas sueltas a los hechos de la compartición viril con aquellas Dulcineas a sus horas solas...
Es añorar, tornarse en coraje para acallar sus ojos entrecortados de nostalgia. Invocar en la melancolía todos y cada uno de los nombres; de los rostros del alguna vez, su delirio cercano. Apagar la prohibición y prender incienso en lo profundo del lecho obscuro... concentrar su combustible y consumirse en la única almohada rota a mordidas de promesas; de recuerdos. Recuerdos de desencuentros leales y encuentros fallidos. Recuerdos que arañan, rogando a cada ser sublime de su tiempo, ser por no ser ni haber sido... Implorar perdón por no llamar al pan pan y al vino vino... a lo todo comido; a lo todo bebido; a la mascarada que habita dentro de su propio Dèja Vú y desde sus adentros hacia el todo, su todo vivido.
La vigía se estrena. Pretender desapercibirlos arrepiente íntegra la devoción.
Latires...
Alma a pecho tierra
ardiendo en leña verde...
todas las estaciones,
en llamas de su propio
fuego fatuo.
Yamel Murillo
Incisiones.
La mirada sorda©
El Diario de Paloma©
D.R. 2018
- Autor: Yamel Murillo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de junio de 2018 a las 21:12
- Categoría: Amor
- Lecturas: 150
- Usuarios favoritos de este poema: Yamel Murillo, Jorge Horacio Richino, Lore Cruz
Comentarios1
Recuerdos que antes arañaron y dejaron huellas profundas!!
Un gran abrazo!!!
De ese tipo de recuerdos que nos negamos, pero iluminan a ojos de otros nuestro cielo nocturno.
Gracias querido Jorge. Abrazos
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