A altas horas de la madrugada, dos ladrones de poca monta deciden dar por concluida su jornada de trabajo tras varios intentos fallidos en cortijos rurales. Regresan a casa cabizbajos por un camino cuando se topan con una casa pequeña cuyo aspecto es bastante sobrio. Después de una breve discusión, en la que uno de ellos se niega a probar suerte, ya que es tarde y la casa no parece que contenga nada de valor, deciden intentarlo ante la desesperación que les supone volver con las manos vacías.
Sacan de una mochila una barra de metal para forzar la puerta, utilizándola a modo de palanca. Introducen la punta acuñada de la barra en la ranura que separa la hoja del marco y entre los 2 comienzan a empujar con fuerza, sin conseguir que la puerta se abra.
Al contrario de lo que pudiera parecer, la casa no está deshabitada. En su interior duerme un hombre que al oír el escándalo de los dos cacos, se despierta y se dirije hacia la puerta a ver lo que ocurre, ligeramente enfadado por la repentina interrupción de su sueño. Cuando llega a la puerta, la abre de un brusco empujón y esta golpea en la nariz a uno de los ladrones, que queda paralizado mientras la sangre brota de sus fosas nasales empapándole el pasamontañas. Su compañero, tras unos segundos de desconcierto, intenta huir, pero el hombre de la casa lo agarra por el cuello de la camiseta y trata de tranquilizarlos diciéndoles que no teman e invitándoles a pasar dentro a tomar café. En un principio los ladrones se niegan, temiendo que las intenciones del hombre no sean otras que atraparlos dentro de la casa para así entregarlos a la policía. El hombre les responde que de ningún modo, que su ofrecimiento es honesto, que hace unos días que no pasa nadie por allí y le apetece conversar con alguien, advirtiéndoles que si se niegan estarían cometiendo un acto de descortesía. Ante la insistencia deciden aceptar con la condición de que la puerta se quede abierta.
Una vez dentro de la casa, el anfitrión se presenta y les pide que se quiten el pasamontañas, ofreciéndoles asiento y un poco de algodón al herido para limpiarse la sangre y así cortar la hemorragia. Los dos invitados, aún asustados, se miran incrédulos sin salir de su asombro ante lo insólito de la situación y observan como el hombre de la casa, cuya actitud denota una incomprensible tranquilidad, les sirve dos tazas humeantes:
-Lo primero que deben saber, es que yo siempre duermo con la puerta abierta, lo que ocurre es que mi puerta no es como el resto de puertas y abre hacia afuera, por lo que estaban empujando inútilmente, solo tenían que girar la manivela y tirar hacia ustedes, no era necesario montar este escándalo. Sepan que tengo mal despertar, sobre todo cuando se produce de manera inesperada-. Dice el hombre de la casa para romper el hielo.
- ¿Cómo se le ocurre dormir con la puerta abierta? Y más en un lugar tan apartado. ¿No teme que le roben?-. Pregunta el ladrón herido.
- Aquí no hay nada que robar, solo tengo cosas de mucho valor sentimental para mí, como fotografías o viejos recuerdos. Lo que más valor monetario puede tener son estos dos electrodomésticos, la lavadora y el frigorífico. Pero son tan viejos que cuestan más de lo que valen.
- ¿A qué se refiere?
- Quiero decir que el ratio entre lo que cuesta cargarlos para llevárselos y lo que te pueden ofrecer por ellos es muy bajo.
- Bueno, pero nadie sabe que aquí no hay nada de valor, a veces los mayores tesoros se esconden en cuevas, y en una de estas pueden entrar y darle un golpe o un tiro. Y si no hay nada que robar, ¿por qué ha puesto barrotes en las ventanas?
- De algo hay que morirse, y no hay mejor manera de hacerlo que sin enterarse, de un golpe seco. y lo de los barrotes es porque estuve un tiempo sin venir, residiendo en otro sitio por trabajo y cada vez que venía me encontraba los cristales rotos y el suelo lleno de colillas y botellas vacías de cerveza. Hay mucho vándalo suelto, al parecer se metían para organizar sus fiestas y no tenían ni la decencia de limpiar antes de irse. Qué falta de respeto.
- ¿Cómo puede vivir así, sin tener nada? a mí me encantaría tener dinero para comprar muchas cosas.
- Veo que es usted codicioso, pero un codicioso sincero, lo cual le honra. Tengo una hija que brilla más que todas las estrellas juntas, ¿le parece poco? lo que ocurre es que no está conmigo porque no convivo con su madre, pero bueno, esa es otra historia. También tengo mis aficciones, como cualquiera. Por ejemplo me gusta leer, pero ni siquiera poseo libros porque los pido prestados en la biblioteca. Debe ser de las pocas cosas que aún son gratis.
- ¿No trabaja usted?
- Cómo no, llevo más de media vida trabajando. Como se suele decir por aquí, he hecho ya de todo menos montar en globo.
- ¿ Y para qué trabaja si no es para comprarse cosas?
- Hoy en día es muy difícil vivir sin dinero, este sistema nos absorbe sin que nos demos cuenta y cuando nos ha atrapado en su telaaraña es complicado zafarse, pero no descarte que algún día consiga librarme de sus garras. Tenga en cuenta que yo antes era como usted, estaba obsesionado con los objetos, compraba objetos y luego tenía que comprar otros objetos donde guardarlos, hasta que me di cuenta de que no podía seguir así porque si no los objetos iban a terminar sepultándome. Aparte ya le he dicho que tengo una hija a la que mantener. No es que la criatura necesite demasiado, pero tengo que hacerme cargo de la manutención, desplazarme para poder estar con ella... Hubiese querido criarla bajo mi filosofía de vida pero no me fue posible. También trabajo para sentirme realizado, sin matarme, eso sí. No me gustan mucho los holgazanes. Imagínese que nadie trabajase, ya nos habríamos extinguido.
...
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de junio de 2018 a las 15:39
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 38
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