Iré a buscarte, madre,
a ese jardín inmenso de los cielos.
Te vestirás de fiesta,
con las mejores prendas,
para salir conmigo de paseo.
Te llevaré a la barra
para que veas la entrada de los barcos
y recordar que, en ella,
vivimos momentos de emoción
y de ternura.
A ti te tocó primero esperando a mi padre,
a que llegara de la mar su embarcación,
tras la galerna.
Yo, años más tarde,
embobado en la emoción de aquella historia
y mirando el ancho mar y su horizonte.
Para los dos la barra es un reclamo
y por eso iremos a ella.
Dejaremos que el nordeste nos abrace
y acaricie sin descanso,
llenaremos los pulmones del yodo y el salitre
mientras contemplamos a las olas,
deslizarse juguetonas en la orilla de la playa,
y hasta gastaremos bromas
retornando a esos años, ya lejanos,
en que recogíamos las migajas
que dejaban las mareas.
Sí, madre, iré a buscarte.
Te sacaré del lecho donde duermes
y vendrás conmigo en el paseo.
Te contaré mis sueños, mis deseos.
Te hablaré de los días del colegio,
de cuando iba al comedor,
de cuando volvía de clase y te escuchaba quejarte,
(aunque nunca te lo dije),
y le suplicaba a Dios que tu dolor se hiciera mío.
Y te hablaré de mi padre.
De que apenas le conocí hasta casi su partida.
De lo mucho que noté su falta
y de cuánto he deseado estar con él,
hablando, paseando, oyendo su voz...
Porque le vi tan lejano y ausente, al principio,
que no supe darme cuenta de la realidad,
y por eso, cuando partió, sufrí,
y no entendí muchas cosas,
ni tampoco te las pregunté nunca.
Por eso quisiera que me hablaras de él,
que me dijeras qué pensaba de la vida,
qué sentía de las gentes y qué soñaba
y si su sonrisa, la que yo conocí,
estaba siempre en su corazón,
como la recuerdo.
Pero no te cansaré, madre, no es mi propósito.
Quiero que sonrías conmigo.
Que tu risa se funda con la mía
recordando todo esto.
Que vivamos la poesía que mi padre
nos dejó con su recuerdo
y que veamos, en lo que nos rodea,
la magia infinita que tienen este lugar
y estas gentes.
Y por último, quiero que gocemos de este paseo,
que nos emborrachemos de él,
para volver, con la ropa arrugada
y la cara despierta,
a descansar
en los brazos de la luna y las estrellas.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/06/18
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 3 de julio de 2018 a las 11:23
- Categoría: Familia
- Lecturas: 44
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